Carta publicada el lunes 19 de octubre de 2020 por El Mercurio.

Señor Director:

La estatua del General Baquedano es hoy un símbolo involuntario de división entre los chilenos. Lo digno y lo decente —más todavía considerando que se trata también de un sepulcro— es moverla a un lugar donde su memoria y la del soldado desconocido puedan seguir siendo honradas como corresponde. Esto, antes de que algún “historiador” dedicado a los chismes termine por inventar una excusa para su profanación ritual.

Para reemplazar dicho monumento creo justo y razonable convocar a un concurso abierto para edificar un nuevo hito, que simbolice el sueño de justicia, dignidad y paz bajo el imperio de la ley que, más allá de las divisiones políticas, compartimos todos los hijos de esta república. Dicho concurso, en lo posible y en consonancia con lo que se buscaría representar, debería ser zanjado por votación popular.