Columna publicada el lunes 28 de septiembre de 2020 por La Segunda.

Las manifestaciones posteriores al brutal incendio del metro de Santiago gatillaron la mayor crisis del Chile posdictadura. La incapacidad de contener los múltiples episodios de violencia primero, y las graves denuncias de violaciones a los derechos humanos después, cuestionaron los supuestos básicos de la convivencia pacífica. Ante la desorientación de la clase política, en la hora más oscura se temió la interrupción del régimen democrático. Reflexionar sobre esta coyuntura, un año después, es el propósito central de Punto y coma Nº 3, la revista del IES que presentarán mañana Joaquín García-Huidobro y Daniel Matamala.

Hay varias interrogantes que justifican este ejercicio. Entre otras, si la crisis de octubre efectivamente fue una reacción contra el individualismo de la sociedad. ¿Acaso no fue también una expresión de esa mentalidad? Después de todo, se observó una violencia que no distingue entre fines y medios, y una sorprendente falta de orgánica, voceros y petitorios. A ratos cada quien parecía ir y clavar su propia bandera, sin preguntarse por la articulación entre las necesidades propias y ajenas. El fenómeno no se agota en esa dimensión, pero debemos examinarlo con cautela.

Otra duda relevante es por qué, más allá de los indudables avances de las últimas décadas, no se oyeron las campanadas que advertían la grave crisis que venía incubándose. Desde Mario Góngora hasta Tomás Moulian, pasando por Alfredo Jocelyn-Holt, Gonzalo Vial y más recientemente Kathya Araujo, diversas voces de las humanidades y ciencias sociales criticaron la complacencia que embriagó a ciertas élites. Nadie podía anticipar exactamente lo que ocurrió, pero sí contábamos con insumos para abandonar la ilusión noventera según la cual —democracia y capitalismo mediante— se acercaba el fin de la historia.

Quizá nuestra clase dirigente, en especial la derecha, exageró el potencial de los instrumentos económicos para comprender el mundo. Ellos son muy pertinentes en su ámbito, pero por sí solos no pueden ofrecer una visión de conjunto. Esta siempre requiere múltiples lentes y perspectivas.

A partir precisamente de este enfoque —desde la filosofía, la historia, la literatura y la sociología—, en Punto y coma N°3 se escrutan distintas facetas del estallido social. De la mano de ensayos, entrevistas y reseñas de libros, el lector podrá explorar las implicancias de un nuevo pacto social, la violencia y las pasiones antidemocráticas que azotaron al país, las experiencias de vida que subyacen al malestar, y los claroscuros tanto de Lastesis como de la demanda por dignidad en cuanto eje de las protestas. Nuestra convicción es que sólo recurriendo a las humanidades y las letras podremos entender nuestra encrucijada.