Carta al director publicada el martes 25 de agosto de 2020 por La Tercera.

Señor Director:

En una columna publicada hace algunos días, Pía Mundaca lamenta el nivel del debate sobre inmigración y hace un llamado a dejar los simplismos, pues el fenómeno migratorio es complejo y multivariable, difícil de reducir a discusiones binarias.

Porque estamos de acuerdo en todo aquello, sería deseable añadir a esa complejidad una referencia a las tensiones que provoca el encuentro entre chilenos y extranjeros, especialmente en los sectores más vulnerables. Aunque es innegable que en nuestro país existe racismo y xenofobia, parte importante de los prejuicios en contra de los inmigrantes puede provenir de un temor real a perder la frágil estabilidad conseguida, ya sea en términos de vivienda, salud o trabajo. Olvidar esos temores, o atribuirlos exclusivamente al racismo y la xenofobia, puede terminar generando más prejuicios, sobre todo en medio de una brutal crisis económica. Por lo mismo, una discusión sin simplismos también tiene que estar abierta a posibles restricciones o a mayor cautela, al menos en ciertos momentos, frente al fenómeno.

La inmigración no es un asunto que se agote en discusiones administrativas o sobre fronteras, sino que también exige esfuerzos reales y sostenidos por la integración de los extranjeros. Según el filósofo político David Miller, este debe ser un trabajo recíproco, que depende tanto del inmigrante que llega como del Estado (y la sociedad que lo recibe). Así, la integración de los inmigrantes nos desafía a construir una profunda deliberación política, que busque definir criterios ecuánimes para distribuir las cargas y los beneficios de la inmigración entre chilenos y extranjeros. Si queremos evitar los prejuicios, es indispensable hacernos cargo de estos asuntos.