Columna publicada el martes 23 de junio de 2020 por La Segunda.

¿Cómo debe enfrentar el oficialismo el ciclo pospandemia? La pregunta se repite en diversas instancias de diálogo, pero su respuesta supone un diagnóstico previo mínimamente certero. Después de todo, la crisis sanitaria –con sus efectos de todo tipo– fue antecedida por la crisis de octubre. Sin tomarse en serio este fenómeno, ningún planteamiento o propuesta política tendrá posibilidades de éxito. 

¿Y qué pasó en ese mes? Violencia, saqueos y vandalismo inaceptables, sin duda. Pero no sólo eso. Un error extendido en algunos círculos que rodean (¿o habitan?) La Moneda es reducir el análisis a esos temas. Octubre, sin embargo, reveló una triple crisis. Un déficit de autoridad (el Estado fue incapaz de controlar el orden público con pleno respeto a los derechos humanos); de legitimidad (la credibilidad de nuestras principales instituciones alcanzó mínimos históricos); y de representación (una enorme desconexión entre la ciudadanía y el sistema político). 

El último problema fue especialmente visible en la derecha. Basta recordar los días previos al 18 de octubre –se invitó a comprar flores y a levantarse más temprano–, y la muda desorientación que cundió en esa noche. Salvo algunos alcaldes, la entonces intendenta Rubilar y Mario Desbordes –es decir, salvo quienes conocían vitalmente las angustias del Chile profundo–, nadie tuvo mucho que decir entre la brutal quema del metro y la “marcha más grande de Chile”. 

Ahí, en ese silencio, surge una pista para el futuro del oficialismo. Este sector necesita imperiosamente repensar las herramientas con las que examina la realidad: no bastan las encuestas ni los instrumentos económicos. Ellos son más o menos pertinentes según el caso, pero se quedan cortos. Urge más conexión vital con el difuso pero innegable malestar ciudadano, una mejor observación sociológica y renovados insumos teóricos. El exitoso ejemplo de Ignacio Briones confirma el punto. No es casual que un economista heterodoxo para los cánones derechistas y con trayectoria más académica que política navegue mejor que varios otros dirigentes en el escenario actual.

Será ese cambio de enfoque, y no la actitud que late en homenajes destemplados, lo que permitirá enfrentar la mezquindad de cierta izquierda e impulsar aquellas reformas y nuevas prácticas que demandan las sucesivas crisis que ha sufrido el país.