Columna publicada el sábado 13 de junio de 2020 por La Tercera.

Alejandra Matus es una premiada periodista con 30 años de carrera y un MPA en Harvard. Ha sido también editora de diversos medios. Es, entonces, una profesional de la comunicación. Por lo mismo resultó extraño que eligiera Twitter para publicar una investigación sobre “exceso de muertes” (cambios en el promedio normal de muertes por mes) que no había pasado filtros metodológicos exhaustivos, y que contenía serios errores. 

Dicha publicación generó dos grandes “tormentas de mierda virtual”, como las llama Byung-Chul Han. Una bajo el eslogan de “el gobierno esconde muertos”, y otra que decía “Matus miente”. Al poco rato, esas eran las únicas dos alternativas.  Ambas equivocadas.

La idea de un exceso de muertes no captado por el conteo oficial no era sorprendente. La habían explorado muchos periódicos en el hemisferio norte. Distintos criterios de conteo, más restrictivos o más laxos, arrojan distintos resultados, y los datos sobre muertes son útiles para monitorear focos y prevenir contagios. Pero en la medida en que el gobierno no manipule los resultados de su método, no está “escondiendo muertos”. Sin teorías conspirativas, la caca no vuela. 

Por otro lado, Matus no parecía estar mintiendo. Nada indica que ella tuviera el conocimiento para evaluar la calidad técnica de la investigación y notar sus errores (como el “efecto lunes”). El método copiado, al menos, no estaba diseñado para engañar. El tuitero promedio, dado al juicio luciférico, olvida que errar e ignorar es humano. 

Sin embargo, permanece la duda sobre por qué usar Twitter para publicar una investigación no chequeada editorialmente. En primera instancia yo no pensaba que Matus estuviera mintiendo, sino que no le importaba la desprolijidad con tal de generar una tormenta virtual que dañara, todavía más, la credibilidad del gobierno. Su mérito profesional sólo agravaba la falta: podía no saber de método, pero es experta en comunicación. Que quisiera dañar al gobierno, por otro lado, parecía obvio, considerando una producción cada vez más atrincherada en la izquierda, y mezquino, ya que ese daño disminuye la capacidad política colectiva para enfrentar la pandemia. Que fuera, finalmente, incapaz de reconocer los errores en la indagación una vez expuestos, y que no desmintiera la infame acusación de que el gobierno “esconde muertos”, me parecía decisivo. No me quedaban dudas. 

Pero ahora sí las tengo. He pensado que si Matus no reconoció ni aclaró nada puede deberse a que, en el distorsionado mundo de las redes sociales que ella usó como plataforma, eso podía ser interpretado -ya que sólo había dos alternativas extremas- como un reconocimiento de que estaba mintiendo. Ella habría quedado atrapada, entonces, en la censura maniquea de la red. Por  lo mismo, ahora que una investigación bien ejecutada por Espacio Público le entregó la razón a su duda (aunque no a su investigación), y que, en consecuencia, la bola de estiércol de “el gobierno esconde muertos” se ha hecho gigante, quizás sea buen momento para ejercer la honestidad intelectual. Pero, además, yo le preguntaría si, como profesional de la comunicación, volvería a usar Twitter –un medio que castiga la verdad- de la forma en que lo hizo.