Columna publicada por El Libero, el 3 de marzo de 2020.

Una de las causas que se han atribuido a la crisis desatada en octubre es la desconexión de la clase política con el resto de la ciudadanía. El día de la mujer puede ser una instancia para revertir esa desconexión. Un discurso coherente y sólido en relación a la mujer y los distintos problemas a los que ella se enfrenta diariamente, que vaya acompañado de hechos y propuestas concretas, pueden ayudar a reducir esa brecha que separa a la clase dirigente del resto de los chilenos.

La llegada de marzo tiene a varios nerviosos, y no por azar. Los acontecimientos en Viña del Mar y los anuncios de marchas, desórdenes y disturbios han pavimentado el inicio de año, y no son pocos los que temen un nuevo octubre. El gobierno, por su parte, ha anunciado que está preparado. Su primera gran prueba será, sin duda, el 8 de marzo. La enorme marcha feminista del año pasado, performances artísticas como la de Lastesis y los sucesos de los últimos meses indican que las marchas y manifestaciones de este año también serán multitudinarias.

¿Está realmente preparado el gobierno, considerando las dificultades políticas, de orden público y seguridad? El 8 de marzo puede ser visto como una amenaza, pero también puede ser una oportunidad para el gobierno. Una de las causas que se han atribuido a la crisis desatada en octubre es la desconexión de la clase política con el resto de la ciudadanía. Pues bien, el día de la mujer puede ser una instancia para revertir esa desconexión. Un discurso coherente y sólido en relación a la mujer y los distintos problemas a los que ella se enfrenta diariamente, que vaya acompañado de hechos y propuestas concretas, pueden ayudar a reducir esa brecha que separa a la clase dirigente del resto de los chilenos.

El feminismo a ratos cae en discursos elitistas y que poco tienen que ver con la realidad de muchas mujeres chilenas. Más mujeres en los directorios de empresas o más autoras en las bibliografías de los cursos universitarios le hacen sentido a una mínima parte de la población, entre las que no se encuentran las más vulnerables. Como mostramos en un documento que publicaremos esta semana en el Instituto de Estudios de la Sociedad, hay importantes espacios que en gran medida el feminismo dominante en Chile ha abandonado, por ejemplo, la maternidad. Para muchas mujeres la maternidad se ha transformado en una carga con la que deben lidiar solas, y la dignidad de ser madre ha pasado a ser un sacrificio casi insoportable. El ámbito de la seguridad es otro ejemplo de asuntos pendientes. Miles de barrios son un peligro para cualquier mujer o niña que transite por ellos a determinadas horas. ¿Quién se ocupa de la seguridad y de la libertad de las mujeres para caminar libremente por donde ellas quieran? El gobierno puede marcar la diferencia y alejarse de esos discursos si logra conectar con las demandas más profundas de las chilenas.

La Moneda puede demostrar que sabe lo que el país quiere y necesita y que entiende las demandas más profundas de la gente. Las voces más elitistas del feminismo (y que a ratos tienden a cooptar el movimiento) muchas veces oscurecen el camino para asegurar un país más justo con las mujeres; la ministra Plá puede marcar una diferencia si logra conectar, verdaderamente, con ellas. Esa será una prueba de que el gobierno, efectivamente, está preparado.