Carta destacada publicada el 18.01.20 en La Tercera.

La encuesta CEP volvió a confirmar la magnitud del estallido social: los resultados son dramáticos. Desde luego, lo son para La Moneda, que -ahora sí- debiera acusar recibo del golpe y modificar su guion. Por ejemplo, tanto el tono como los énfasis del ministro Briones muestran que es posible hacer las cosas de modo diferente. Ojalá el Presidente tome nota, ceda protagonismo y dé un paso atrás; de lo contrario, inevitablemente habrá quienes le sugieran dar un paso al costado si el cuadro no mejora. Por el bien del país y del oficialismo urge evitar ese escenario y asegurar la continuidad democrática de la República.

Pero la oposición pecaría de ceguera si creyera que el problema es solo de Chile Vamos. En rigor, aquí nadie se salva. Ni los políticos, ni los partidos ni las instituciones. Matices más, matices menos, la credibilidad de todos está por el suelo. Parafraseando al filósofo político Eric Voegelin, Chile vive una crisis de representación existencial. Es decir, una profunda desarticulación entre las grandes masas ciudadanas y aquellos que están llamados a mediar y encauzar los diversos anhelos e intereses de la población.

¿Qué hacer? Aunque no hay recetas mágicas ni balas de plata -la crisis será larga y difícil-, la misma encuesta ofrece algunas pistas. La primera es que un 78% coincide en que los políticos deben privilegiar los acuerdos. La dirigencia política completa está cuestionada, pero también está llamada a ofrecer soluciones de manera conjunta, abandonando los ánimos partisanos y facciosos. Además, conviene dirigir esos acuerdos a las prioridades ciudadanas permanentes, ratificadas por el estudio del CEP: pensiones, salud, educación y sueldos.

Por último, es indispensable favorecer liderazgos creíbles e íntegros, así como también arreglos institucionales que atenúen la evidente desconexión entre política y ciudadanía. Habrá que evaluar cambios al sistema electoral, disminución del tamaño de los distritos y mecanismos locales e incluso nacionales de democracia directa o semidirecta. Esos y otros temas similares debieran protagonizar el debate constitucional.