Entrevista publicada el 02.06.19 en el diario El Centro de Talca.
Subsidiariedad. Más allá del Estado y del mercado (IES, 2015) tiene el propósito de tomarse “en serio el concepto de subsidiariedad, que se usa tanto en el debate público chileno, y explorar su significado. Es un primer paso en esa dirección, pues nunca se había publicado en chile un volumen dedicado al tema”, precisa Pablo Ortúzar, antropólogo social, investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad y editor del libro. La publicación reúne ensayos que se toman en serio esta tarea, abarcando desde conceptualizaciones teóricas hasta el análisis de su aplicación por el Tribunal Constitucional.
En Chile el principio de subsidiariedad ha estado muy presente en el debate público de las últimas décadas. ¿Qué rol jugó Jaime Guzmán para afianzarlo?
Jaime Guzmán usó el principio de subsidiariedad para construir
un puente entre las doctrinas económicas liberales y el pensamiento conservador
cristiano. Así, la prioridad de los cuerpos intermedios fue leída en clave de
“Estado mínimo”. Y ese es el concepto de subsidiariedad que
normalmente seguimos usando. Sin embargo, si uno estudia la historia del principio
y sus orígenes, queda claro que esa comprensión de la subsidiariedad es
bastante arbitraria.
¿Por qué sería arbitraria?
Porque el principio, cuyo origen se remonta a la relación entre
el pueblo judío y el imperio romano, básicamente busca crear esferas de
protección para las instituciones intermedias respecto a la intervención de
autoridades y poderes de mayor envergadura. Pero eso incluye también a las
empresas y a los poderes económicos. No es un principio anti-Estado:
simplemente niega que el Estado sea soberano. Es decir, un poder absoluto,
total, irresistible. Pero lo mismo vale para todos los demás poderes
temporales.
¿Subsidiariedad
y soberanía son incompatibles?
En el sentido fuerte de soberanía, sí. La subsidiariedad nace, como contaba, del reclamo de autonomía por parte de las autoridades espirituales judías en el contexto de la ocupación romana. Reconocían la autoridad política del emperador, pero se negaban a comer carne de sacrificios ofrecidos a él y también a adorarlo como un dios. Los cristianos desarrollaron este principio y lo convirtieron en un elemento estructural en su relación con el imperio, primero, y con los reinos, después. Luego el principio fue cubriendo otras instituciones, como las familias -llamadas “iglesias domésticas- o los sindicatos. Al secularizarse se vuelve borroso el hecho original de que la autoridad temporal es relativizada por la autoridad espiritual, y que de ahí viene el principio. La idea de soberanía del Estado, de un poder absoluto, queda cancelada frente al reconocimiento del destino trascendente del ser humano.
¿Por qué algunos constitucionalistas niegan la subsidiariedad en
la Constitucción de 1980?
El principio no se encuentra de forma explícita o literal en el
texto constitucional. Su forma más palpable es la restricción de la iniciativa
económica del Estado. Pero es uno de los principios arquitectónicos de la
Constitución.
¿Es un principio de derecha?
Eso es importante aclararlo. No lo es. De hecho, es parte de la herencia política de pueblos perseguidos por el imperio. Defender la prioridad de los cuerpos intermedios y exigir que la intervención de Estado y privados sobre las comunidades sea respetuosa y tenga un sentido habilitante en ningún caso puede clasificarse como una idea “de derecha” o “de izquierda”. Lo que sí es claro es que pone en tensión tanto al Estado soberanista como al mercado ultraexpansivo. Y, claro, eso en Chile no cae bien, porque la mayoría de la derecha es fanática del Mercado, y la mayoría de la izquierda son fanáticos del Estado.
A modo de balance, ¿cómo ha sido la experiencia en Chile de la herramienta de la subsidiariedad?
Yo creo que es un principio con mucho más futuro que pasado. Es una forma de pensar las instituciones y la intervención social que es respetuosa de la vida humana, y eso es lo que más necesitamos ahora. Su lógica, por ejemplo, me parece clave para solucionar el conflicto mapuche, así como hartos otros problemas. La subsidiariedad es la forma humana de conducir la globalización. En fin, es una idea a la que debemos ponerle mucha más atención y tomarnos más en serio. Así como ayer fue usada para forjar un acuerdo entre liberales y conservadores dentro de la derecha, creo que podría serlo, comprendida de otra forma, para llegar a acuerdos fundamentales entre izquierdas y derechas sobre el futuro del país.