Entrevista publicada el 23.06.19 en la red de medios regionales de El Mercurio.

Alguna vez se pensó que la derecha no tenía ideas, o teniéndolas, no sabía cómo comunicarlas y que un pensador de derecha era algo así como una contradicción en los términos.

Después de varias décadas en que se han formado diversos centros de estudios, se han publicado libros y han aparecido intelectuales de distinto fuste defendiendo las concepciones ideológicas del sector, la situación resulta menos desolada, aunque al parecer persiste una comunicación no del todo fluida entre los que se mueven en el mundo del pensamiento político y los que lo hacen en el de la política pura y dura.

Formando parte de una generación más bien reciente de relativamente jóvenes intelectuales que buscan discutir y proveer de ideas a la derecha desde dentro, Pablo Ortúzar, antropólogo social, columnista e investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), se ha dedicado al cuestionamiento y la reflexión sobre la situación y el proyecto político del país, siendo particularmente acerado (y, por lo mismo, no siempre bien acogido) con la derecha, bajo la convicción de que las ideas efectivamente importan.

Desde hace unos años, está realizando estudios de postgrados en Inglaterra, pero sigue cuidadosa y atentamente lo que pasa e Chile, para efectos de su análisis, los cuales no se mueven únicamente a nivel teórico. ¿Por qué hay disputas en el oficialismo?, ¿por qué conviven la baja del Gobierno en las encuestas y el más prometedor escenario para el futuro del sector, con los nombres mejor posicionados? Sobre el gobierno, sobre la derecha, pero también sobre el sistema político en general, comenta Ortúzar en esta conversación. 

¿Cómo ve el rumbo y el momento actual del gobierno? ¿Qué aciertos y qué problemas percibe?

El gobierno tiene los eslóganes correctos, pero todavía no sabe darles un contenido sustantivo ni priorizar correctamente entre ellos. “Clase media protegida”, “Los niños primero”, etc. 

Cuando se habla de la configuración de proyectos políticos se suele referir como su “relato” o “narrativa”. ¿Es ese “relato” tan fundamental para la legitimación de los gobiernos o hay otras cosas más importantes?

Lo más importante es tener un diagnóstico correcto respecto a la realidad sobre la que el gobierno debe actuar, sus problemas y las limitaciones que encontrará la propia acción. Una vez que se tiene alguna idea sobre qué hacer, viene el “relato”, que es la forma en que esa idea es socializada y promovida. Pero el “relato” no es algo así como un eslogan mágico, un truco publicitario, que legitima a los gobiernos.

En todo caso, ¿hay tal “relato” en este gobierno?

Hay unos cuántos eslóganes desperdigados. Pero como no hay un diagnóstico nítido, ni tampoco un plan, un horizonte político, tampoco hay realmente “relato”. Por eso vemos al gobierno retroceder a ratos a la forma más primitiva del discurso de la derecha: crecimiento y seguridad.

¿Es sólo una caricatura o encierra algo de verdad pensar que la derecha ( o la mayoría de ella) idolatra al mercado y la izquierda (o la mayoría de ella) idolatra al Estado?

Creo que eso es más bien cierto. La derecha tiende a defender de manera más o menos irreflexiva las soluciones de mercado, mientras que la izquierda hace lo mismo con las soluciones de Estado. Esa falta de distancia los vuelve, en algún sentido, complementarias: la izquierda es mejor identificando y corrigiendo fallas de mercado, mientras que la derecha es mejor identificando y corrigiendo fallas de Estado. Pero esta situación también limita mucho su imaginación política: la sociedad civil, por ejemplo, está fuera de ambas miradas. Y, por otro lado, empobrece el debate público.

Cuando el mercado es una deidad, su teología es la economía. ¿En qué aspectos sería erróneo (o no) una suerte de “monoteísmo” económico?

Hay un capítulo muy divertido de la serie estadounidense “Southpark” llamado “Margaritaville” que responde perfectamente esta pregunta. La ciencia deja de ser ciencia cuando es tratada de manera fetichista. Deja de iluminar el mundo y se vuelve una serie de mandamientos. El dogmatismo y el reductivismo economicista definitivamente es dañino.

¿Influye esto en cómo entiende el gobierno la gestión del aparato público y una ponderación excesiva de la eficacia?

Este segundo gobierno de Piñera ha sido menos gerentista que el primero, y eso se agradece. Pero todavía prevalece una concepción del ser humano y de la sociedad demasiado pobre. Hace falta una mirada más compleja, más informada por las humanidades y las ciencias sociales.

Ya que ha mencionado los eslóganes, no siempre su fortuna está en ser certeros. ¿Cómo ve el paso de “tiempos mejores” a “Chile en marcha”?

La pregunta es ¿en marcha hacia dónde? Justamente la pregunta que está pendiente de respuesta es hacia dónde vamos. Cuál es el nuevo horizonte político del país. La promesa de la dictadura fue convertir Chile en un país de “propietarios” con acceso a ciertos bienes de consumo valorados. Esa promesa terminó realizándose bajo la Concertación. Y la pregunta ahora es qué viene ahora. Cómo pasamos de ser una sociedad de clase media a un país de clase media. Qué cambios institucionales necesitamos. Cómo es un Chile de clase media, a 20 años plazo. Los políticos no están pensando en eso. Y eso es justamente aquello que necesita ser respondido.

¿Considera que el gobierno ha sido “reformista” valórica o institucionalmente? 

Parchecurista, más que reformista. Para hacer reformas hay que saber hacia donde se va, además de estar dispuesto a romper algunos huevos.

¿Cómo le parece el estado actual del sistema político? Desde los exabruptos ante las reclamaciones sobre sueldos parlamentarios más de acuerdo a la situación comparada hasta las denuncias sobre clientelismo político con ingredientes narcos, no parece muy alentador. 

El sistema político sufre de una profunda decadencia, y la representación parece haber sido suplantada por la farándula. Esto ocurre, en parte, porque no hay verdaderos proyectos políticos disputándose la conducción del país en base a diferentes horizontes de sentido e ideas de justicia. Y ya decía Agustín que un reino sin justicia no es más que una banda de ladrones. Nosotros todavía no cruzamos del todo ese umbral, pero Venezuela, Argentina y Brasil nos ponen por delante ejemplos de lo que ocurre cuando efectivas bandas de ladrones secuestran los estados.

¿Las promesas de renovación ideológica y generacional desde la izquierda han sido incumplidas por el Frente Amplio?

En parte sí, porque se han mostrado incapaces de ofrecer realmente una alternativa en términos de proyecto político. Se los tragó el hecho de ser un grupo de elite universitario, atrapado en los asuntos universitarios, como la política identitaria. Es como lo que le pasó al MAPU en su momento, sólo que en un contexto más tranquilo. Igual creo que adentro algunos saben que tienen este problema, pero no cómo salir de ahí.

Se ha criticado a Piñera la tendencia a cierto personalismo, a asumir él mismo las tareas cuando considera que sus delegados se complican o no lo hacen bien. ¿Cree justificada esa crítica?

Sí. Piñera es el tipo de persona que está convencida de que si quieres que las cosas salgan bien, tienes que hacerlas tú mismo. Además, le cuesta delegar porque tiende a considerarse -no sin razones, en muchos casos- más capaz e inteligente que todos los que lo rodean. El resultado es que está siempre a cargo de todo, hablando de todo y recibiendo todas las balas.

Una idea central de esta administración es entregar la Presidencia a una persona del mismo sector. ¿Implica difuminar los personalismos?

Eso implica tener un proyecto político como sector. En los partidos de la derecha no hay nadie pensando y eso no les importa. Es cosa de ver, por ejemplo, el estado en el que tienen a sus centros de estudio y las funciones que les asignan. Sin proyecto, sin un horizonte político, vale de poco ganar elecciones. Jaime Guzmán decía que no importa tanto quién gobierne, sino con las ideas que se gobierna. Y en eso tenía toda la razón.

El instituto de estudios al que está vinculado no hace encuestas. ¿Es por un asunto logístico o porque no les dan tanta importancia o porque consideran que su labor va por otro lado?

Lo evaluamos un tiempo y, a partir de la experiencia de otras instituciones, concluimos que una encuesta potente te termina comiendo el centro de estudios completo. Es como un hoyo negro, que demanda mucho trabajo y recursos, y que te debilita en todos los demás sentidos. Al final, para la prensa, eres el centro que hace la encuesta X. Y tus investigadores están obligados a comentar eternamente los resultados, etc. Por eso lo desechamos: preferimos seguir trabajando principalmente con ideas. Creemos haber logrado aportar desde ahí , y tener mucho por aportar todavía. Aunque también hemos evaluado realizar investigaciones a futuro, pero de tipo cualitativo.

Según las encuestas, parece que efectivamente hay pocas posibilidades de que el próximo gobierno no sea de derecha.

En política uno nunca sabe. Pero es claro que el próximo gobierno tendrá ideas “de derecha”, en el sentido que la izquierda, incluso si gobierna, tratará de reencantar a la clase media hija de la sociedad de consumo que el proyecto de “el otro modelo” de Bachelet terminó ninguneando.

Tal vez es un poco adelantado, pero ¿será Lavín presidente? ¿Qué significaría eso en cuanto al sustento ideológico y programático de la derecha?

Lavín podría ser el nuevo Presidente. Estará en la pelea, claramente. Lo que todavía no sabemos es por qué quiere ser Presidente. Si es por darle un rostro buena onda al Chicago-gremialismo e intentar un salvataje estético-micropolítico de instituciones que necesitan reformas importantes, probablemente nada bueno salga de ahí. Lo más terrible, en mi opinión, no sería que la derecha no logre gobernar dos o tres periodos seguidos, sino que lo logre sin dejar, después de tantos años, ningún legado importante. Y si no se toma en serio lo que exige consolidar un proyecto político, ese podría ser perfectamente el caso.

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