Entrevista publicada el 16.06.19 en el Diario El Centro de Talca.

Entre el 3 y el 7 de junio estuvo en Chile Patrick Deneen, connotado cientista político que ha concitado la atención mundial con su reciente publicación ¿Por qué ha fracasado el liberalismo? (IES/IdeaPaís, 2019, edición en castellano). Temas conversó con la investigadora Josefina Araos, del Instituto de Estudios de la Sociedad, para profundizar en la publicación.

¿Por qué se ha acrecentado una desconfianza hacia la democracia liberal?

Según Patrick Deneen, la desconfianza se debe al carácter opresivo que habría ido adquiriendo el orden liberal, expresado sobre todo en un estado cada vez más poderoso y un mercado global indiferente a sus devastadores efectos. Los movimientos populistas del último tiempo son para Deneen resultado de la reacción popular frente a la experiencia de las personas de controlar cada vez menos aspectos de su existencia. A esto se suma la sensación de que sus formas de vida no sólo no son valoradas por el liberalismo hegemónico sino de hecho debilitadas activamente. Con independencia de si uno comparte enteramente el diagnóstico de Deneen, es indudable que la desconfianza con la democracia liberal se ha ido instalando, y la alarma de la clase política frente al populismo lo confirma.

¿Cuál es su gravedad?

Quizás la mayor gravedad resida en la dificultad que hasta ahora ha mostrado el orden liberal para reconocer la crisis. Como ha señalado la intelectual francesa Chantal Delsol, frente a los cuestionamientos hechos por el populismo, las democracias liberales han tendido a responder desde el escándalo y la descalificación, no sólo de los líderes populistas, sino de quienes los siguen. Y en esa lógica han dejado de lado la reflexión acerca de las condiciones que hacen posible la emergencia de tales líderes. Esa pobreza conceptual es grave, pues dificulta la comprensión adecuada del fenómeno que enfrentamos.

¿Cuál es la tesis de Patrick Deneen en su libro?

Según Deneen, el liberalismo ha fracasado porque ha sido exitoso en la realización de sus premisas, y se ha convertido entonces “cada vez más en una versión desnuda de sí mismo”. Para el cientista político, la ideología liberal transformó la comprensión tradicional del concepto de libertad, pasando de ser una condición fundamental para el autogobierno (y la realización de una vida virtuosa), a una condición para avanzar sin obstáculos en nuestros objetivos indivuales. La libertad en la modernidad se vuelve así liberación de los otros y de la naturaleza, que a juicio del autor quedan reducidos a mera coacción. Es esa lógica del liberalismo la que va introduciéndose en nuestras instituciones y vínculos con los otros, y que, según Deneen, termina erosionando “normas culturales y hábitos políticos que son esenciales para el autogobierno”. En algún sentido, el liberalismo debilita dimensiones que, sin embargo, son fundamentales para su existencia, pero no es capaz de verlo, pues desprecia aquellas tradiciones que habían permitido construirlas.

¿Por qué esta crisis de confianza es tan marcada en Estados Unidos?

Porque Estados Unidos es la cuna del liberalismo. No por nada Deneen apunta en su crítica a los padres fundadores de la república norteamericana, cuyo proyecto político sería, en último término, el esfuerzo explícito por llevar a la práctica los objetivos de la ideología liberal. Si, como dice Deneen, el liberalismo ha fracasado porque ha sido exitoso, no sorprende que sea en Estados Unidos donde él ve esa derrota de manera más patente, pues es donde paradigmáticamente ha cobrado forma ese orden liberal.

¿Explica el triunfo de Donald Trump?

En parte lo explica, pues Trump es votado por un electorado que no parece encontrar representación en el orden político norteamericano tradicional. Y el discurso del actual presidente –por más que nos disguste– buscó convocar a quienes se sentían engañados y frustrados frente a las promesas de la clase política. Deneen terminó de escribir su libro justo antes de la elección de Trump, y aunque no podía prever su triunfo, ya advertía el riesgo de que el descontento popular pudiera traducirse en una reacción antiliberal. Eso es lo que en algún sentido estamos viendo hoy, y no sólo en Estados Unidos.

¿Considera que el liberalismo tiene fortalezas o está en su etapa final?

El liberalismo tiene muchas fortalezas, y es fundamental reconocerlas. Gran parte de las instituciones que hoy permiten nuestra vida en sociedad, así como muchos de los consensos sociales que las sostienen, se vinculan con la historia del liberalismo y las demandas que él ha liderado. Aunque quizás convenga recordar la diferencia entre el orden político liberal y la filosofía liberal, que no son equivalentes. Las instituciones liberales no son apenas el reflejo o traducción automática de la filosofía que las justifica –algo que, de hecho, Deneen pareciera olvidar–. No se trata entonces de desconocer la riqueza del liberalismo ni de augurar su final definitivo; la lógica apocalíptica suele ser también una renuncia a la reflexión. El desafío está más bien en asumir la crisis y tratar de hacerse cargo. Como señala Deneen, pero también autores como Chantal Delsol o el sociólogo Pedro Morandé, el liberalismo tiende a explicar nuestros problemas como si se debieran a que no hemos terminado de consolidar las instituciones y valores que él promueve. Le cuesta, por lo mismo, formular una autocrítica, pues se lee a sí mismo en términos evolutivos, y entonces no lograr identificar su propia responsabilidad en las actuales circunstancias.

¿Cuál es su principal debilidad?

Volverse dogmático. El liberalismo debe intentar salir de la lógica en la que todo aquello que no entra en sus propios términos se reduce a resabios premodernos que debemos superar. Eso le impide reconocer el valor de tradiciones con las que convive, y que cumplen también un papel relevante en la tarea de hacer posible la vida en común. El orden liberal tiene hoy el desafío de formular una autocrítica para plantear algo más que escándalo y alarma frente a los dilemas que enfrentamos, identificando sus propias responsabilidades y abriendo un campo de acción que escape a la dinámica de insultos que ha copado el debate público.

¿Cómo han sido las experiencias liberales que se han conocido en Chile?

El liberalismo atraviesa la historia de Chile y América Latina, pues las repúblicas independientes se construyeron en parte desde los términos y principios establecidos por él. En ese sentido, evaluar la historia de las experiencias liberales es evaluar la vida independiente de nuestro país en general. Y, como cualquier historia, tiene obviamente luces y sombras. La igualdad ante la ley, principio fundamental de nuestros órdenes democráticos, y que hoy damos por sentado, fue resultado, entre otras cosas, de la agenda liberal en Chile, que en ese objetivo fue exitosa. Pero ha tenido también sus problemas, como mostró a medidados del siglo XX el movimiento nacional-popular al criticar el europeísmo de la clase política, la desvaloración de las tradiciones locales y sus dificultades para integrar políticamente a los sectores populares. Uno podría decir que hoy vuelve a aparecer una crítica del liberalismo, pero en otro contexto, reaccionando a la hegemonía neoliberal que se instaló en Chile desde los años 80. Esa fue en parte la denuncia del movimiento estudiantil del 2011. La figura de José Antonio Kast podría representar también un rechazo del liberalismo, pero se trata de una figura paradójica. Pues en términos morales o culturales critica la avanzada de la ideología liberal, pero no tiene problema en relacionarse con ella a la hora de defender el modelo económico que se instauró durante la dictadura. Habrá que ver cómo avanza ese proceso, pero lo concreto es que el desafío a las democracias liberales está planteado, y el libro de Deneen (y su recepción) es una clara muestra de ello.