Columna publicada el 04.03.19 en La Tercera.

Aunque se especuló bastante sobre un posible cambio de gabinete, ayer el propio Presidente descartó que vaya a concretarse. En rigor, era previsible que Sebastián Piñera decidiera mantener el statu quo. Por un lado, los datos disponibles muestran que la aprobación del Ejecutivo bordea el 40%: la cifra pareciera ser más que aceptable, considerando cuán complejo se ha vuelto gobernar y el difícil cierre de año 2018. Y por otro lado, el gabinete actual es muy funcional para el Presidente, partiendo por el equipo político. En términos formales, La Moneda tiene presencia de tres de los cuatro partidos oficialistas –Andrés Chadwick milita en la UDI, Cecilia Pérez en RN y Gonzalo Blumel en Evopoli-, pero al mismo tiempo se trata del núcleo duro del piñerismo (son quienes conducían Avanza Chile). Al no existir un cuadro de crisis, ¿por qué alterar ese diseño tan difícil de cuajar?

Pero hay otra manera de ver las cosas. Que el equipo político sea de absoluta y exclusiva confianza del primer mandatario puede ser muy útil en el manejo del día a día, pero tal diseño dificulta la presencia de pares y no necesariamente ayuda a transmitir un mensaje político al país. De seguro Piñera y su círculo de hierro cuentan con muchas virtudes -no es menor calzarse dos veces la banda presidencial-, pero entre ellas no asoma la capacidad de articular una narrativa, una hoja de ruta definida, un proyecto político nítido y convocante. A diferencia de varias otras materias, acá la comparación con Michelle Bachelet no es demasiado favorable. La administración de la Nueva Mayoría tuvo infinitos problemas, pero todos sabíamos a qué venía. ¿Para qué gobierna el oficialismo hoy? ¿Cuáles son sus ideas matrices, cuál es su inspiración fundamental? ¿Qué horizonte de sentido lo mueve? ¿Cuáles son sus dos o tres prioridades -no más-, cuál es la imagen por la que recordaremos el segundo mandato de Sebastián Piñera? ¿La modernización del Estado? ¿La rehabilitación de la sociedad civil? ¿La mejora del Sename? ¿Acaso el postergado plan de protección de la clase media? ¿Otra cosa?

Esas y otras preguntas similares continúan vigentes ad portas de cumplirse un año de asumir el gobierno, y no es claro que el gabinete en ejercicio sea capaz de responderlas con éxito. Arriesgarse e incorporar a La Moneda uno o dos liderazgos que tengan mayor tonelaje y agenda política quizá contribuya a sumar nuevas visiones y así superar ese déficit. Por lo demás, hoy Chile Vamos es una coalición más plural que la derecha noventera. En esa mayor riqueza de tradiciones y sensibilidades bien pueden encontrarse perfiles, categorías e insumos que colaboren a dibujar, siquiera parcialmente, un discurso y una conducción política a la altura de las expectativas generadas.