Entrevista publicada el 03.03.19 en el diario El Centro de Talca.

Lucido ensayo de Daniel Mansuy, Nos fuimos quedando en silencio, intenta explicar el Chile actual. “No lo entienden bien, no lo viven. Esto es muy delicado”, precisa al referirse a la clase política. 

Daniel Mansuy – Santiago, 1978 – en Nos fuimos quedando en silencio, IES, 2016 muestra el engranaje de la sociedad chilena reciente. Con una solida formación en humanidades, Mansuy obtuvo un doctorado en la Universidad de Rennes. Actualmente es investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad, IES, docente en la Universidad de los Andes y columnista en diversos medios de prensa. Un reciente encuesta considero a Nos fuimos quedando en silencio como uno de los libros claves para comprender el Chile actual.       

Daniel, ¿cómo surge la escritura de Nos fuimos quedando en silencio?  “Surgió a partir de algunas inquietudes que tenía hace muchos años, casi diría que desde niño: ¿cómo dar cuenta de la trayectoria política chilena de los últimos decenios, y cómo desembocó en nuestra situación actual? Desde luego, no tengo la pretensión absurda de haber agotado la pregunta, pero sí me interesaba intentar formularla del modo más riguroso posible. Si se quiere, es un ejercicio de comprensión política.

¿Por qué resulta tan difícil determinar la naturaleza de la crisis chilena?                   

“Porque en ella se mezclan fenómenos de distinta naturaleza, y es difícil desentrañar el peso de cada uno de ellos. En todo caso, los períodos de crisis suelen ser también períodos de incertidumbre”. 

Alude a una falta de coherencia en la sociedad chilena, a “señales equivocas: marchamos por las calles sin dejar de consumir con avidez”…                          

“Eso alude a la situación del 2011, cuya interpretación dio lugar a muchos equívocos. Por un lado, parecía haber un rechazo muy amplio a los fundamentos del sistema económico; y, por otro, la gente parecía satisfecha de ese mismo sistema en el que participaba con avidez. Había allí una tensión difícil de resolver. Yo creo, en todo caso, que hoy podemos ver un poco más claro: el reclamo no era contra el sistema en sí mismo, quizás solamente contra algunos de sus efectos. No es posible explicar de otro modo la alta votación de la derecha en la última presidencial; y eso explica también el rotundo fracaso de la Nueva Mayoría, que se fundó en un monumental error de diagnóstico”. 

“Querían volver a pedir lo imposible”

Este ensayo es una exploración desde la óptica de la derecha por el vaciamiento ideológico de la política. “Se trata de un libro, uno de los pocos, que reflexiona políticamente sobre el Chile contemporáneo”, precisa Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales y reconocido ensayista. En alguna ocasión Mansuy precisó: “El libro nace de un sentimiento de desorientación. De un desierto que apareció en el gobierno de Sebastián Piñera, cuando la derecha accede al poder después de tantos años vía democrática y se encuentra con pocas herramientas teóricas para gobernar el país”.

¿Por qué una generación que había conducido exitosamente una transición reniega de ella a partir del 2011?

“De algún modo, quisieron volver a ser jóvenes. Sintieron nostalgia de su adolescencia, querían volver a pedir lo imposible. Esa es la tragedia de una generación que prefirió la vociferación adolescente a la responsabilidad del adulto. Prefirieron jugar a los jóvenes rebeldes antes que defender lo que habían hecho. Pasarán a la historia por haber renegado de la transición que, más allá de sus defectos, fue una operación política de altísimo vuelo”.


Alude a una fractura grave en la sociedad chilena: “Nuestra elite ha perdido la capacidad de atender la vida común del Chile de hoy”.

Creo que esto se ha ido agravando con el tiempo. El fenómeno es global: las elites tienen cada vez menos en común con las masas, y eso les impide cumplir la función propia de toda elite. Sus preocupaciones, sus intereses, sus dificultades tienen poco en común con lo que vive la gran masa. Se privan así de los elementos para comprender lo que ocurre, y prefieren muchas veces la mera indignación moral. El caso de la inmigración, por ejemplo, es un caso de manual. La combinación puede ser explosiva si seguimos avanzando en esa pendiente”. 

¿Es una crítica a toda la clase política?                                           

“Hay excepciones, desde luego; pero en términos generales la clase política no está conectando con el país. No lo entienden bien, no lo viven. Esto es muy delicado. 

Usted apunta a que nuestra crisis responde, en gran medida, a una
transición que no supo consolidarse políticamente, y que por lo mismo
terminó aceptando la neutralización política. ¿Qué efectos tuvo esto?
                       

“El efecto principal es de no haber procesado las resistencias internamente, de no haberlas explicitado siquiera. La rabia contra la transición se acumuló, y explotó, y allí el sistema entero se desorientó. ¡Si hasta el mismo Ricardo Lagos renegó de lo hecho! En todo caso, el principal problema fue que la clase política dejó de pensar, dejó de interrogarse. De algún modo, se dio todo por hecho, y eso terminó afectando la capacidad de comprensión. La transición terminó afectando los órganos de comprensión. Y seguimos pagando los costos”.

¿Estamos viviendo lo que señalaba Tocqueville, es decir, el peligro de convertirnos “en individuos únicamente interesados por la satisfacción de sus pequeños placeres?                                                      

“Sí, todas las sociedades contemporáneas viven ese riesgo, en mayor o menor medida. Naturalmente, esa tendencia no es unívoca, y está cruzada por otras, pero la individuación puede desembocar en eso: en ausencia de vínculos políticos efectivos, las personas tienden a encerrarse en el hedonismo, y se despreocupan del bien común”.

¿Nos convertimos en un país de consumidores?  

No sería tan drástico en la afirmación, aunque ciertamente hay bastante de eso”. 

¿Cómo encaramos esa problemática?

 “El único modo es rehabilitar las comunidades, de todo tipo. El mismo Tocqueville ofrece el antídoto: para volver a conectarnos con el otro, tenemos que participar en la vida social, entendida del modo más amplio posible”. 

¿Pasa por una rehabilitación de la política?

Sí, claro, siempre y cuando no tengamos una visión demasiado estrecha de la política. La política no sólo tiene que ver con los partidos y el Congreso, sino con todo aquello que nos vincula con la sociedad, y nos permite salir de nuestro encierro”. 

Usted concluye: “La única manera seria y razonable de enfrentar nuestra crisis es hacerlo políticamente, que nos permitan comprender que nuestras dificultades son comunes”. ¿Estamos lejos de eso en el Chile actual?                         

“Sí, creo que aún falta para comprender cuán profundamente políticos son nuestros problemas. Quizás el principal obstáculo sea cierto individualismo ambiente, que tiende a poner el acento en la dimensión individual de nuestras dificultades, olvidando que el hombre es un animal político. En rigor, no existen los problemas estrictamente individuales”.