Columna publicada el 05.12.18 en La Tercera.

El fracaso de la UDI en la votación electrónica del último domingo no debe hacernos olvidar lo que realmente está en juego: el futuro del que alguna vez fuera el partido político más grande del país. Sea por la sensación de crisis que embarga la política tradicional, sea porque hay nuevos referentes que parecen comprender mejor las necesidades y desafíos actuales, la tienda fundada por Jaime Guzmán hoy está disminuida políticamente.

La tormenta que atraviesa la colectividad no tiene que ver tanto con su pasado -su apoyo a Pinochet o su compromiso con la dictadura-, sino más bien con la dificultad de interpretar los desafíos que enfrenta un partido tradicional de derecha en el Chile actual. Mientras los discursos polémicos de antiguos miembros le quitan espacio por la derecha, la aparición de alternativas de ideas más progresistas y con mayor renovación generacional se le adelantan por el centro. Al mismo tiempo, la directiva que hasta ahora comanda Jacqueline van Rysselberghe no ha sido capaz de unir a un partido crecientemente dividido por sus pugnas internas, ni ha tenido un discurso a la altura de los tiempos que corren.

El desafío, por tanto, es concordante con el escenario más complejo que atraviesa la derecha postransición. La continuidad de la senadora en la presidencia del partido posiblemente permitirá defender con tosquedad ciertos principios que son importantes para la historia de la UDI, pero parece cerrarle las puertas a una mayor influencia, como la que tuvo su partido hace no muchos años. Por el contrario, la renovación que pueda venir con Javier Macaya obliga, en primer lugar, a hacerse cargo de un vínculo demasiado estrecho entre política y dinero, que tiene a algunos de sus miembros condenados, atravesando procesos judiciales o deslegitimados. Pero el diputado también tendrá la difícil tarea de circular en una pista que se estrecha por el centro y por la derecha, pero con enormes posibilidades de generar nuevos liderazgos, en una tienda que nunca puede darse por muerta, pues tiene cuadros y recursos difíciles de replicar fuera de los partidos tradicionales.

La nota distintiva podrá aprovecharla quien sea capaz de elaborar un relato atractivo, con liderazgos que se alejen de los caudillismos o de los discursos pasajeros, y donde se pueda elaborar un proyecto consistente con las tensiones que atraviesa el país. Es decir, quien sea capaz de defender la democracia de aquellos elementos que la amenazan, sin renunciar a la defensa de ciertos principios que permiten oponerse a la nueva izquierda. Por tanto, es en la conjugación de adecuadas prioridades políticas, en la defensa de la sociedad civil, en el compromiso con el régimen democrático y en la distancia con una antropología puramente emancipatoria, donde la UDI puede encontrar su norte.