Columna publicada el 20.12.18 en The Clinic.

Cada diciembre aparece la angustia de aquel momento en que empiezan a circular las listas con los mejores libros del año. Al revisar cualquiera de sus versiones (las hay más comerciales o más sofisticadas, amplias en disciplinas o dedicadas a la literatura, centradas en la producción nacional o abiertas a otras fronteras) constato con alarma cuántas recomendaciones quedarán, quién sabe hasta cuándo, en la creciente lista de lecturas pendientes. Sobre todo porque al contrastarla con los libros que leí durante los últimos meses, solo hay unas pocas novedades a las que pude hincarle el diente a tiempo.

Además, por no poder descartarse una oscura confabulación comercial detrás de esos recuentos, prefiero hacer la recopilación con un criterio temporal menos estricto y con un afán mucho más sencillo: recomendar libros cuya lectura haya disfrutado especialmente, sin importar lo reciente de su publicación. Ya que no faltará quien halague los textos de Rafael Gumucio sobre Nicanor Parra o de Sol Serrano sobre el liceo, cuyos méritos se destacarán sobradamente por estos días, prefiero dedicar unas pocas palabras a libros menos vistosos o algo pasados de moda, pero igualmente valiosos.

Hubo algunas novelas chilenas escritas por mujeres que me llamaron la atención: por un lado, Jeidi, de María Isabel Bustos, publicada en Chile por Laurel y cuyo éxito la llevó rápidamente a ser publicada en España. La historia de una niña del sur rural del país, que vive con su abuelo en las afueras del pueblo y tiene un embarazo virginal, conjuga la sencillez y alegría de una fábula con la aguda observación de una realidad precaria. Las novelas de Nona Fernández también fueron una lectura siempre sugerente: desde distintas escenas de la historia de Chile y de su propia vida narrativizada, Fernández construye en Chilean electric, Space invaders y La dimensión desconocida —aunque también en otras de sus novelas— una de las miradas más coherentes y profundas sobre nuestro pasado reciente. Dentro de las letras nacionales, también disfruté la crónica Los fusileros, de Juan Cristóbal Peña, que cuenta la historia del Frente Patriótico Manuel Rodríguez con el vértigo de una misión a destiempo, pues mientras el país ya definía su senda democrática, los frentistas proponían un camino que llevaba directo al despeñadero.

Dentro de las ciencias sociales hay dos líneas de reflexión que, desde distintas publicaciones, han sido especialmente interesantes. Por un lado, el rescate de la obra del sociólogo Pedro Morandé, que con dos volúmenes de ensayos publicados por la editorial de la Universidad Católica y con la reedición de su clásico Cultura y modernización en América Latina ha vuelto a ocupar un espacio privilegiado dentro de la reflexión pública. Su lúcida mirada sobre la realidad latinoamericana y chilena, siempre desde una sólida perspectiva filosófica y sociológica, no es una lectura fácil, pero el esfuerzo vale la pena. Por otro lado, el auge de movimientos y líderes populistas ha llevado a una reflexión sobre la democracia que encuentra en ¿Por qué ha fracasado el liberalismo?, de Patrick Deneen, una dura crítica a la filosofía liberal, pero que obliga a preguntarse por los puntos ciegos de dicho orden y por el futuro que a él le vemos. Relacionado con esto, aunque no directamente, la crónica de Ascanio Cavallo, Los hombres de la transición —que fue reeditado a propósito de los treinta años del plebiscito—, ayuda a ver lo frágil que es recuperar una democracia, y por qué dicho sistema necesita un especial cuidado de las formas políticas.

Mansfield Park, Retrato de una dama, El lamento de Portnoy o Canadá fueron algunas de las novelas anglosajonas que leí y gocé. Todas ellas tienen personajes entrañables, con la nota común de no ser demasiado excéntricos. Son novelas de largo aliento, y donde toda la trama se apoya en un conflicto íntimo de una personalidad profunda, capaz de preguntarse con enorme honestidad cómo solucionar los conflictos que los embargan. Fanny Price, Isabel Archer, Alexander Portnoy o Bell Parsons son personajes que, aunque tengan que ganarle al mundo, están enfrentados sobre todo a sí mismos, debiendo afirmar su personalidad antes de responder con seguridad a la pregunta de quiénes son.

Abrir el abanico de las recomendaciones del fin de año permite sacarse un corsé demasiado rígido apegado al calendario. Pero también darles una nueva mirada a libros cuya actualidad todavía se mantiene, y que sirven para comprender el mundo en el que con tanto vértigo y a tan alta velocidad nos movemos.