Capítulo publicado el 23.10.18 en T13 Radio.

Leila Guerriero escribió ficción hasta los 23 años y luego decidió darle un giro a su pluma para dedicarse por entero al periodismo. En un nuevo capítulo de “Réplica”, de T13 Radio, Daniel Mansuy conversó con la destacada cronista argentina sobre su trayectoria y el lugar que ocupa hoy la escritura de no-ficción.

Sus historias sobre lugares y personajes notables, escritas con un talento narrativo propio de su ingenio, están recopiladas en una serie de libros, entre ellos, “Frutos extraños”, “Plano americano” o “Los suicidas del fin de mundo”.

A diferencia de las novelas, las crónicas relatan hechos que realmente sucedieron. Sin embargo, al leerlas ese límite desaparece. “La mirada del perfil es siempre subjetiva, donde subjetiva no quiere decir artera, donde subjetiva no quiere decir vil, donde subjetiva no quiere decir miserable, donde subjetiva quiere decir la mirada de una persona que cuenta lo que ve o lo que honestamente cree ver”, describe la cronista en “La declaración de homero”.

Porque eso hacen los periodistas: reconstruyen lo que no vieron y editan los testimonios que otras personas cuentan, y eso no admite una completa objetividad.

¿Pero cómo lograr captar cada detalle de una persona o suceso? Según la escritora hay que permanecer el tiempo suficiente y no olvidar que la historia que importa no es la propia, sino la del otro. “Si uno tiene que inventar algo es porque no ha permanecido lo suficiente en el territorio para que la realidad te dé ese datito que falta”, agregó.

Parte de su rutina es hacer una investigación rigurosa, mucha edición y, por supuesto, talento: “Para mí solfear un texto es lo más natural del mundo”, contó. Y su talento, además, siempre ha ido de la mano con una enorme cantidad de lectura y referentes literarios. “Un periodista vive de poner en contexto y si te toca leer la realidad, tenés que tener una cabeza muy bien amoblada”, sostuvo.

Leila Guerriero también se dedica a enseñar periodismo. Aunque para ella no existe un único método para hacerlo. “Se pueden enseñar muchas cosas, sobre todo, lograr en la gente una hiperconciencia de la diferencia entre escribir correctamente y escribir asquerosamente bien. Y para ser un gran narrador hay que ser también un buen investigador, porque sin investigación no hay texto posible”, comentó.

En las generaciones actuales, dijo, percibe una falta de curiosidad que se transmite en sus textos. “Un periodista es como un arqueólogo. Tenés que ser muy curioso y tener mucha nariz y olfato, y creo que esta falta de curiosidad colabora a lo peor que le puede pasar a un periodista, que es tener una mirada cándida. No saber discutir la realidad que está viendo”, añadió.

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