Columna publicada el 23.10.18 en La Segunda.

El aplauso fácil a Jair Bolsonaro confirma lo que ya sugirió la votación presidencial de José Antonio Kast: la llamada “derecha dura” bien puede ocupar un lugar en la política local. Si se quiere, el discurso de la UDI fundacional vuelve por sus fueros. Kast y su movimiento, Acción Republicana, defienden valores tradicionales –y con una retórica tradicional–, abrazan la ortodoxia económica propia del chicago-gremialismo (el Estado siempre debe achicarse, los impuestos siempre deben bajar) y, matices más, matices menos, reivindican la obra del “gobierno militar”.

La apuesta del exdiputado puede ser leída como la antítesis del proyecto encabezado por su sobrino, Felipe. El contrapunto es elocuente, en la medida en que Evopoli se jacta de empujar un “liberalismo integral”. Acá Bolsonaro es visto como poco menos que el mal encarnado, y los guiños suelen apuntar hacia el otro polo del espectro (al entrevistar al presidente de Evopoli, Patricio Fernández concluyó: “por momentos cuesta saber en qué se distingue la posición ideológica de Hernán de la de muchos izquierdistas”).

Este escenario manifiesta un vacío digno de reflexión. La sensibilidad dominante en los ambientes de centro y de derecha pareciera ser más flexible que el primer Kast, pero no por ello progresista, a diferencia de Evopoli. En este contexto, las diversas expresiones de republicanismo cristiano y laico debieran evaluar una mayor articulación entre sí. El espacio está disponible para una renovación de cuadros que suscriba un compromiso con la democracia y la economía social de mercado tan indudable como consciente de sus fundamentos, fragilidades y limitaciones. Una visión que condene de modo inequívoco las violaciones a los derechos humanos y a la vez reconozca legítimos debates sobre nuestra historia reciente; que se tome en serio el fenómeno populista sin elogiarlo acríticamente; que priorice las necesidades de los más invisibles y vulnerables de nuestra sociedad; y que subraye con espíritu dialogante los anhelos y límites de la condición humana olvidados por la antropología de la emancipación, que emboba a elites cosmopolitas de izquierda y derecha.

Fuentes de inspiración para ese tipo de perspectivas no faltan, desde las encíclicas sociales hasta Tocqueville, los ordoliberales del milagro alemán de posguerra o el redescubierto Pedro Morandé. Y liderazgos afines tampoco: ciertos ministros y subsecretarios, parlamentarios de RN, miembros de la disidencia de la UDI y grupos democristianos o escindidos de ese mundo. La pregunta es si ellos se atreverán a ir más allá de sus facciones y si comprenderán que, de lo contrario, su electorado probablemente se verá forzado a elegir el día de mañana entre lo que hoy representan Kast y Kast.