Artículo publicado el 17.06.18 en Artes y Letras de El Mercurio.

El reconocido pensador austríaco, Premio Nobel de Economía, hizo de su vida intelectual un constante esfuerzo para desarmar el constructivismo y la utopía socialistas. Daniel Mansuy sostiene, sin embargo, en un nuevo libro, que en ese intento a veces torció y distorsionó en demasía el ideario del liberalismo, al usar, por ejemplo, la expresión “utopía liberal”. 

“En un artículo publicado en 1949, Friedrich Hayek llama la atención sobre la necesidad de elaborar una auténtica ‘utopía liberal’, que constituya una verdadera alternativa al socialismo”, escribe Daniel Mansuy en el comienzo del ensayo que publica con el Instituto de Estudios de la Sociedad (IES). “El uso del término puede sorprender al lector, pues el nombre de Hayek está asociado a una tradición que valora las costumbres y la constitución de órdenes espontáneos, al mismo tiempo que desconfía de las rupturas radicales y de las planificaciones alejadas de la realidad”. Mansuy, académico del Instituto de Filosofía de la U. de los Andes e investigador asociado del IES, advierte que las ideas de Hayek, a pesar del gran trabajo de difusión que hizo de éstas el Centro de Estudios Públicos a inicios de los años 80 en nuestro país, “curiosamente hubo poca recepción crítica. La obra de Hayek es tan vasta como ambiciosa y, como todo pensamiento de ese calibre, está plagado de tensiones y contradicciones internas, que merecen ser exploradas en profundidad”.

Mansuy reconoce en el pensador austríaco numerosas virtudes indesmentibles, entre ellas, ser “uno de los autores que más en serio se ha tomado el desafío de justificar la libertad económica con motivos que no sean solo ni principalmente económicos. Hayek entendió con mucha lucidez la radicalidad de ese problema, y allí está sin duda su mérito principal”. Pero ve también en sus ideas puntos ciegos bastante serios que nublan la claridad de su mensaje. El libro “F.A. Hayek. Dos ensayos sobre economía y moral”, busca dar cuenta de ello. Junto al ensayo de Mansuy se publica el de Matías Petersen, filósofo de la U. de los Andes, quien también, con una visión crítica, estudia los fundamentos morales del mercado según Hayek. Mansuy responde aquí sobre su ensayo.

-¿De qué forma el uso de la expresión ‘utopia liberal’ , según refiere en su ensayo, resulta paradojal en el pensamiento de Hayek?

“Es muy paradójico porque, si hay una cuestión que vuelve de modo persistente en Hayek, es su rechazo a cualquier forma de socialismo, a cualquier horizonte de inspiración constructivista. El orden humano no puede ser construido, pues es el resultado de acciones humanas, pero no de una intención humana: ninguna mente es capaz de planificar un orden tan complejo como el nuestro. La historia es mucho más poderosa que nuestra mente. Para él -y en esto se inscribe en la tradición conservadora y de Edmund Burke- la sociedad no puede ser pensada de modo puramente deductivo, ignorando la tradición y las costumbres arraigadas. Y la noción de utopía es algo así como el epítome del constructivismo: se trata de elaborar, en nuestra cabeza, un lugar que no existe ni puede existir. El hecho de que Hayek termine cediendo a las sirenas de la utopía es muy sintomático de sus propios laberintos intelectuales. Parafraseando la crítica de Leo Strauss a Carl Schmitt, puede decirse que es tal la intensidad de su polémica con el socialismo, que queda atrapado en las categorías que critica. Hayek no logra liberarse completamente de las categorías de sus adversarios, y eso es signo inequívoco de cierto fracaso intelectual”.

-A partir de esta constatación que hace usted, los vacíos en su propuesta libertaria serían serios. ¿Cuáles son los puntos centrales de su crítica en conceptos clave del pensamiento de Hayek, como orden espontáneo, moral, constitución o nación?

“Si, tiendo a creer que -más allá de sus innegables méritos, y de la profundidad de su obra- el sistema que construye enfrenta dificultades muy serias, que él nunca resolvió del todo. Por un lado, su teoría moral contiene (por más que intente negarlo) elementos utilitaristas. Su evolucionismo lo lleva a afirmar que son correctas aquellas reglas más eficientes para la sobrevivencia del grupo. Pero, ¿cómo fundar una moralidad digna de ese nombre desde esa perspectiva? ¿Qué valor puede tener la idea misma de libertad? O la libertad tiene un valor intrínseco, o bien no es demasiado relevante: el dilema no tiene muchas más alternativas. Como lo han notado algunos comentadores, hay en Hayek un extraño intento por combinar el escepticismo de Hume con la moralidad kantiana, pero en muchos sentidos se trata de un esfuerzo condenado de antemano al fracaso”.

“Su teoría del orden espontáneo es interesante, pero no logra dar cuenta de muchos fenómenos que Hayek considera indeseables. En algún sentido (como lo vio tempranamente Schumpeter), el socialismo es una consecuencia espontánea del capitalismo: allí donde hay capitalismo, emergen reivindicaciones socialistas, emergen reclamos por corregir los efectos menos amables del mercado. Sin embargo, nada de eso cabe en el sistema hayekiano, que considera esa reivindicación como una especie de enfermedad. Hay, entonces, espontaneidades mejores que otras, y allí Hayek tiene que reintroducir algunos elementos normativos que debilitan su tesis general”.

“Dicho en simple: si el orden espontáneo de Hayek recibe tantos ataques es porque quizás es menos espontáneo de lo que supone. Lo espontáneo no necesita tanta defensa. Por otro lado, comete un error grave al no comprender que el despliegue de la libertad moderna es concomitante con el desarrollo del Estado-nación. Hayek los ve como enemigos, pero en rigor es imposible siquiera concebir la libertad moderna sin la nación y la soberanía estatal, y para comprenderlo basta mencionar el nombre de Hobbes. Hayek simplifica al extremo la historia moderna para hacerla entrar en su esquema”.

“Por último, su propuesta constitucional de ‘demarquía’, que aparece en el tercer tomo de ‘Derecho, legislación y libertad’, es un delirio constructivista con poco parangón en la historia del pensamiento. Por motivos más bien misteriosos, Hayek termina sugiriendo un orden completamente alejado de la experiencia histórica y de las tradiciones occidentales. Además, es un sistema que intenta restringir al máximo posible el principio democrático, como si liberalismo y democracia fueran más contrarios que convergentes. Hayek tiende a minimizar la importancia de la libertad política, y la disocia de la libertad individual, en lugar de entenderlas como complementarias”.

-¿Es Hayek un pensador cautivo, inadvertidamente, de una idea progresista de la historia que lo pone en el ámbito de un cierto determinismo?

“Sí, me parece que Hayek tiene una concepción teleológica de la historia, pues cree que la historia avanza en un sentido más o menos unidireccional hacia una sociedad abierta. Desde luego, admite la existencia de accidentes en ese camino pero, en definitiva, estaríamos destinados a dejar atrás la forma nacional y lo que él llama orden tribal. Sin embargo, me temo que la naturaleza humana necesita mucha más ‘tribalidad’ de lo que Hayek estaría dispuesto a admitir. En ese sentido, queda preso de una ilusión muy común en el pensamiento político moderno, la ilusión progresista. De más está decir que los hechos se han mostrado rebeldes a este tipo de fe: ¿quién puede seguir creyendo, en el mundo de hoy, que avanzamos de modo indefinido, hacia la paz y el progreso? No podremos enfrentar seriamente los desafíos del mundo contemporáneo mientras no dejemos atrás esa ilusión”.

-¿Es este concepto “utopia liberal”, central en el pensamiento de Hayek?

“Aunque no es el concepto fundamental de su sistema, sí juega un papel. En efecto, para responder a las utopías socialistas, se ve obligado a dibujar su propia utopía, como si el socialismo pudiera ser vencido con un experimento mimético. Si el liberalismo tiene algún sentido, no puede en ningún sentido ser utópico. En rigor, Hayek intenta convertir el liberalismo en doctrina más o menos cerrada y, para lograrlo, lo fuerza y distorsiona. En ese sentido, la crítica que le dirige Raymond Aron -que también pertenece a la gran familia liberal- no ha perdido nada de su pertinencia”.

-¿No hay algo de epocal en el uso de la palabra “utopia” por Hayek?

“Sí, por supuesto, pero eso muestra precisamente el carácter polémico de parte de su obra. En algún sentido, Hayek quiere vencer al socialismo antes de comprenderlo. Eso lo deja en un lugar muy incómodo, pues utiliza las armas de su adversario. No estoy seguro de que salga ganando”.