Columna publicada el 03.06.18 en La Tercera.

La oposición conformada por los despojos del bacheletismo está descolocada por la estrategia piñerista de reivindicar los acuerdos y el diálogo y, al mismo tiempo, criticar duramente a la administración pasada.

Este movimiento, que podría sonar contradictorio, en realidad no lo es: Sebastián Piñera destaca que su gobierno es dialogante y centrado en los acuerdos, y lo opone al gobierno de Bachelet, cuyo tono fue agresivo y avasallador. Así, las mesas de trabajo aparecen en su relato como el némesis de la retroexcavadora y la propuesta de acuerdos nacionales como negativo del “avanzar sin transar” nuevamayorista. Es la democracia de los acuerdos contra el frenesí legislativo. Chilenos todos versus “los mismos de siempre”. Aylwin frente a Allende. Bachelet 1 contra Bachelet 2.

Esta estrategia es correcta: hace pagar a la centroizquierda la agresividad y arrogancia de la administración pasada y se distancia de ella en vez de plantear una agresividad y una arrogancia de signo contrario. Así, Sebastián Piñera se proclama defensor de la amistad cívica, en contra de las formas políticas inciviles. Con ello, y mediante las mesas de trabajo, pone a la izquierda entre la espada y la pared: si no colaboran confirman la acusación, pero si colaboran “ayudan” a un gobierno que no tiene mayoría legislativa. Lo mismo vale para la crítica: si son una oposición mezquina y destemplada, confirman que no quieren acuerdos por el bien común, sino que son facciosos y sólo les importa volver al poder.

Por otro lado, esta movida hace un guiño atractivo a los sectores moderados maltratados sistemáticamente dentro del pacto nuevamayorista (devuelto coquetamente por actores como Mariana Aylwin e Ignacio Walker), ofreciendo también una oportunidad a la izquierda frenteamplista para ganar espacio comunicacional y mostrar frente a la opinión pública madurez e independencia respecto a la ex Nueva Mayoría. Y, por último, obliga a centrar todo el esfuerzo de la centroizquierda en la defensa de Michelle Bachelet, restando de esta forma energía a su renovación política e intelectual.

A la ex Nueva Mayoría recién le comienza a caer la teja de lo que significa haberle regalado el legado de la Concertación a la derecha, cediéndole además una forma de hacer política y una disposición cívica que el pueblo parece valorar. La historia ofrece pocos casos más absurdos de suicidio político, y sus consecuencias seguirán desplegándose ante nuestros ojos, en medio de la consternación de los sepultureros del pacto de gobierno más exitoso de nuestra existencia republicana.

Los flancos débiles del actual gobierno, mientras tanto, siguen igual: poca densidad ideológica, poca quilla política y Piñera transmitiendo en su registro exitista y poco carismático. Pero definitivamente el estado de calamidad del adversario más directo es tan grande, que la delgadez doctrinaria luce bien frente a la total anorexia, flotar parece mejor que hundirse, y el Presidente de la República logra ahora presentarse, gracias a la ropa ajena regalada, no como un simple winner, sino como un Aylwinner.