Columna publicada en La Segunda, 13.02.2018

“No me parece posible pensar algo así. La posición de la derecha no es compatible con la nuestra”. Con esas palabras, Gutenberg Martínez rechazó la idea de una “federación socialcristiana”. Aunque tal vez faltó un mejor “trabajo pre­legislativo” con la órbita de Martínez, y aunque cierta derecha rudimentaria no ayuda a estos acercamientos, el fenómeno exige una reflexión adicional. Después de todo, ya sea que hablemos de aborto, cooperación público­-privada o Venezuela, es sabido que muchos votantes y simpatizantes democristianos hoy se encuentran más cerca de las posiciones que predominan en Chile Vamos. ¿Cómo explicar, entonces, las declaraciones de Martínez?

Quizás su reacción sólo sea comprensible a la luz de su biografía. Su generación se forjó políticamente en el  retorno a la democracia y la lucha contra las violaciones a los derechos humanos. Tal  vez para algunos los términos derecha y dictadura todavía se identifican. Pero el drama (¿y el éxito?) de esa generación es que Chile cambió y los viejos clivajes se evaporan. Sus hijos y nietos suelen mirar con desdén la figura de Patricio Aylwin y los años de la transición, los mismos que hoy son valorados al otro lado del espectro. Y al entrar en los debates actuales —salud, educación, pensiones— la distancia con la nueva izquierda sólo se incrementa.

Es precisamente por eso —por los desafíos de la hora presente— que conviene tender puentes entre los diversos mundos que aprecian el ideario socialcristiano. La dificultad de la tarea, sin embargo, no debe menospreciarse. No sólo asoman distintas trayectorias de vida, sino diferencias históricas que aún separan las aguas (basta notar las pasiones que despierta la reforma agraria). Por ello se requiere no sólo un diálogo franco sobre los disensos —partiendo por precisarlos—, sino ante todo subrayar y profundizar la identidad compartida: únicamente desde ahí puede trazarse una hoja de ruta común.

Como esa tarea es de largo aliento, puede ser útil revisar aquellas publicaciones recientes que contribuyen a alimentar el «ethos» común. A las notables reediciones de Pedro Morandé se suman “Mario Góngora: el diálogo continúa” y “Una revolución del espíritu: política y esperanza en Frei, Eyzaguirre y Góngora en los años de entreguerras”. Y quizás convenga comenzar por “Cartas entre un idólatra y un hereje”. Nunca es vano volver a los temas fundamentales.

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