Columna publicada en conjunto con Francisco Tapia en El Mostrador, 25.01.2018

¿Cuál será el futuro de las expresiones políticas socialcristianas en nuestro país? Esta es quizás una de las mayores incertidumbres que trae consigo el nuevo ciclo político que se está configurando en Chile. Por un lado, es sabido que el Partido Demócrata Cristiano vive días difíciles, y no es para nada claro que sucederá finalmente con las diversas facciones que cohabitan en su interior. Dentro de las que últimamente han criticado el devenir de la DC se dejan ver al menos dos sensibilidades. Mientras algunos buscan un reagrupamiento socialdemócrata con los viudos de Lagos, otros anhelan más bien recuperar el ideario distintivo de la Falange (piénsese, por ejemplo, en las razones que ofreció Sergio Micco para no refichar en el partido). Pero eso no es todo. Por otro lado, durante los últimos años han surgido algunas agrupaciones que, ubicándose al otro lado del espectro, reivindican con fuerza los ideales centrales del socialcristianismo (IdeaPaís, SocialcristianosxChile, Construye Sociedad, entre otros). De seguro deberá correr mucha agua para que estos distintos grupos puedan trabajar en conjunto, pero no es imposible pensar en una convergencia socialcristiana hacia el mediano y largo plazo. ¿Cuáles serían los factores que posibilitarían un encuentro de ese tipo?

Un primer elemento debiera ser enfatizar la inspiración común. Si algo puede unir a personas de variados orígenes, edades y trayectorias biográficas es el horizonte de ideas compartido. Y en el caso de un proyecto socialcristiano, esto significa ante todo rescatar con justicia y sin acomodos los principios de la doctrina social cristiana. Naturalmente ésta no es un recetario, y sin duda admite diversas lecturas y concreciones. Pero también es indudable que las encíclicas sociales ofrecen un marco de sentido con implicancias específicas e indicaciones nítidas en múltiples materias. Asimismo, esta inspiración permite evitar separaciones artificiosas. Por dar sólo un ejemplo, desde esta perspectiva la justicia social y el destino universal de los bienes resultan inseparables de la preocupación por la vida, la familia y el medio ambiente. Como dice el Papa Francisco, “todo está conectado”. Subrayar y promover con argumentos y convicción esta visión integral de hombre y sociedad favorece, además, construir sobre tierra fértil, lo que dificulta o al menos hace más improbable procesos de desorientación como los que hoy vive la DC.

Por último, un tercer factor crucial de esta eventual convergencia en torno a los ideales del socialcristianismo es la debida consideración de las dificultades que hoy existen para articular un proyecto político de esta índole. No se trata sólo de las diversas trayectorias de vida de quienes hoy se toman en serio esta tradición de reflexión y acción política. Además, hay que conocer e indagar los alcances de los procesos de secularización y modernización y su particular impacto en nuestro país. Y en estrecha conexión con esto, hay que conocer y convocar a los jóvenes y a los sectores populares. Después de todo, parece inviable una revitalización del socialcristianismo sin lograr encarnar sus ideales en ejemplos y testimonios que movilicen y hagan sentido al Chile profundo. El reciente reposicionamiento de los trabajos de Pedro Morandé puede ser una ayuda inestimable a la hora de pensar cómo avanzar al respecto.De la mano de lo anterior, un segundo aspecto clave guarda relación con la primacía de la identidad por sobre la localización política. Si bien la díada izquierda/derecha parece ineludible en el contexto democrático contemporáneo, el posicionamiento en un determinado lugar y conglomerado debe ser consecuencia del desarrollo de convicciones comunes compartidas, y no el punto de partida. Si estas agrupaciones llegan a tener expresión en la política formal, inevitablemente deberán preguntarse cuál es la coalición que mejor puede acoger en el Chile actual un proyecto que enfatice los aspectos más relevantes para el socialcristianismo. Pero en el corto plazo el mayor desafío para estas agrupaciones debiera ser precisamente dialogar y desarrollar dicha mirada, porque es claramente ahí, y no en las definiciones de política coyuntural ni en sus alianzas del día de hoy, donde pueden comenzar a gestarse los puntos de encuentro.

En suma, se trata de una tarea difícil y de largo aliento, pero indispensable para quienes valoramos el aporte que las enseñanzas sociales y políticas del cristianismo le pueden entregar al Chile postransición.

Ver columna en El Mostrador