Columna publicada en La Tercera, 19.11.2017

Hay más de 14,3 millones de personas habilitadas para votar hoy. Eso significa que usted es un voto entre 14,3 millones. Ah, pero nunca votan todos. Es cierto. En la primera vuelta de la última elección presidencial votaron cerca de 7 millones de personas (de 13,5 millones habilitados). Eso hace más valioso su voto. Pero, ¿cuánto? Para hacerse una idea, la probabilidad de ganarse el Loto es una entre 4,5 millones, y la probabilidad de ser alcanzado por un rayo es de una entre 3 millones. Esto quiere decir que el valor relativo de su voto es muy, muy bajo, incluso con una alta abstención.

Lo primero que este modesto peso electoral debería ayudarnos a descartar es cualquier estrategia de voto demasiado enredada. Si lo que usted quiere expresar con su voto es algo muy rebuscado, mejor pinte un cuadro en su casa. Votar es un arte de brocha gorda. Por eso la oferta presidencial es más o menos tosca.

Si usted se siente inclinado hacia la derecha, solo tiene que analizar qué tan inclinado se siente, entre la opción de derecha y la de centroderecha. Fácil. Si usted, en cambio, se siente inclinado hacia la izquierda, las cosas se ponen un poco más complicadas. Si se siente muy inclinado, tiene que elegir entre el lumpenizquierdismo chavista de Navarro y la Gran Guerra Patria del camarada Artés con la sinfonía N°7 de Shostakovich de fondo (bueno, eso es fácil, en realidad). Si cree que Bachelet fue “amarilla”, pero sabe que las vacunas no producen autismo y el régimen norcoreano no le parece glorioso, Sánchez es su opción. Si se siente menos inclinado y le gustó el gobierno de Bachelet, debe decidir si preferiría a Guillier o a MEO continuando con su programa. Y si usted hubiera preferido como candidato a Lagos en vez de a Guillier, o si le gustaba más la Concertación que la Nueva Mayoría, su voto va para Goic. E incluso podría, si Goic no le convence -en la soledad de la caseta- votar por la centroderecha. Como decía el reggaetón: nadie lo sabrá.

Por otro lado, salvo excepciones justificadas, vote por los candidatos a lo que sea que su opción presidencial promociona. Si en verdad quiere que él gobierne, lo razonable es tratar de que tenga votos en el Congreso. Y Cores, muchos cores (?).

Otra cosa que es importante tener claro es que su voto no decide la elección. Luego, no sienta que debe salvar el mundo con él. No necesita hacer grandes cálculos. No se sienta Raskolnikov. Vote por el candidato que más le guste. Es lo más responsable que puede hacer. La irrelevancia relativa de nuestro voto, mezclada con el hecho de que nuestra opción es secreta, nos entrega esta libertad.

Finalmente, está la pregunta de si votar o no. Y la respuesta es “sí”, a menos que usted sea uno de los idiotas que trata mal a los vocales de mesa y reclama cuando se da prioridad a embarazadas y abuelos. En ese caso, quédese en su cueva. Pero si es un ser humano normal, no se haga el interesante. Vaya y vote, con la ironía y la tranquilidad que produce saber que su voto da casi lo mismo. Pero que no da lo mismo. Y definitivamente no da lo mismo quién gobierne.

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