Columna publicada en Pulso, 22.11.2017

De las elecciones del pasado domingo 19, hay tres hitos que parecen responder a causas semejantes y que vale la pena destacar: el voto por Sebastián Piñera muy por debajo de las encuestas, el fracaso de la DC y los buenos resultados del Frente Amplio (FA). Esto último tanto en la presidencial (que casi los llevó a pasar a segunda vuelta) como en la elección parlamentaria, en gran parte a costa de los candidatos de la Nueva Mayoría. Prueba de ello es que la izquierda no creció en votos respecto a elecciones pasadas.

La primera interrogante que plantean estos resultados es cuánto se están tomando en serio la actividad política nuestros hombres públicos. No sólo pensando en el corto plazo y en ganar una elección, sino sobre todo apuntando a los procesos de larga duración y a la importancia de las ideas. Es decir, de pensar nuestros principales desafíos como país y de preparar liderazgos desde la universidad.

La votación bajo las expectativas de Piñera se explica en parte por la irrupción de José Antonio Kast, pero sobre todo porque un grupo significativo de la derecha ha ido dejando de lado las ideas y la discusión de fondo.

La UDI actual es el mejor ejemplo de esto. Una UDI a cuya dirigencia simplemente le interesa ganar elecciones. Su presidenta siempre ha defendido su trayectoria política destacando su capacidad para ganar elecciones, primero como alcaldesa en Concepción y luego como senadora por esa región.

Naturalmente, no basta sólo con ganar elecciones: la política supone la lucha por el poder, pero subordinada siempre a ideales más altos, aquellos que le dan sentido a dicha actividad. Lo que más evidencia esta postura, como lo señaló Jaime Bellolio, fue la estrategia de la UDI de abrazar inmediatamente la candidatura de Sebastián Piñera, sin ni siquiera exigir algunos ejes o contenidos mínimos que debían estar presentes en su campaña y posterior programa (a la Nueva Mayoría le pasó algo similar cuando volvió Michelle Bachelet a Chile en 2013 y ya conocemos sus consecuencias). No se les pasó ni por la cabeza llevar un candidato propio que encarnara sus ideas (hoy no saben cuáles son sus ideas).

Con el fracaso de la DC pasa algo similar. Esto no es sólo culpa de Carolina Goic y su apuesta, sino que guarda relación con el itinerario de un partido que -salvo contadas excepciones, incluyendo a quienes como Sergio Micco decidieron no reficharse- hace demasiado tiempo renunció a pensar y proponer ideas, a tener una identidad propia y marcar una sana distancia del resto de los partidos de la Nueva Mayoría. Finalmente se transformó en una tienda que en el mejor de los casos tenía un discurso crítico, pero al momento de votar se alineaba irreflexivamente. Así, sin identidad, se fue quedando sin público. Probablemente muchos votantes tradicionales votaron por Piñera, se quedaron durmiendo siesta (como recomendó alguna vez el propio Guillier) o votaron por la Nueva Mayoría. Es probable que ese sea el caso de Yasna Provoste o Gabriel Silber, que esperaban con ansias la derrota de Goic para luego proclamar a Guillier.

En cambio el Frente Amplio viene realizando un trabajo serio y dedicado. Primero fueron tomándose los espacios desde la universidad, donde trataron de influir en los grandes problemas del país, desafiando el diagnóstico existente e instalando la necesidad de romper con el modelo actual.

No podemos olvidar que el año 2011, en pleno período de movilizaciones, Giorgio Jackson declaró (y luego escribió en el prólogo de un libro) que ese movimiento estaba “con Atria en la mochila”. Fernando Atria no ganó la elección de diputado, pero instaló ideas que trascienden su persona y que son capaces de cambiar un país.

Si hay algo que puede sacarse como aprendizaje de estas elecciones es que los sectores de centro y de derecha deben tomarse en serio la renovación. Esto no pasa simplemente por poner caras nuevas o jóvenes (aunque esto importa cada vez más), sino sobre todo por pensar Chile.

Los países cambian, las realidades cambian y los desafíos son nuevos: para tener respuesta a los nuevos desafíos se necesita tomar en serio la política y volver a pensar. Algunos políticos notables como Felipe Kast, Jaime Bellolio o Guillermo Ramírez han hecho la pega, pero si el resto de la derecha no se sube al carro de la renovación, quizás para la próxima elección sea demasiado tarde, y ya no tengamos una promesa futura del Frente Amplio, sino un Frente Amplio gobernando el país.

Ver columna en Pulso