Columna publicada en La Segunda, 24.10.2017

Aunque siempre hay margen para sorpresas, es probable que el principal desafío de Sebastián Piñera no sea tanto ganar, sino dar vida a un gobierno en forma. Y esto exige, al menos, dos cosas: articular un discurso político, anclado en el plano de las ideas (la mayor carencia de Piñera I); y consolidar una conducción política robusta (una de las carencias de Bachelet II). Sin esos atributos es inviable fijar prioridades claras. Y sin ellas, usualmente se termina adoptando agendas ajenas. Ese es quizás el mayor riesgo del piñerismo.

Hay varias señales que lo confirman. El ejemplo más reciente lo ofreció hace pocos días Andrés Chadwick. El coronel de Apoquindo 3000 recibió con bombos y platillos a Rolando Jiménez y luego, obviamente —los símbolos importan—, tuvo que hacer control de daños. La duda quedó instalada: ¿qué concepto de vida, familia y libertad de expresión promoverá el expresidente? ¿El que predomina en Chile Vamos o el que impulsa el Movilh?

Pero el indicio más claro de desorientación vino de la mano de Sylvia Eyzaguirre, en estas mismas páginas. Hace una semana, y a propósito de las severas restricciones a la selección escolar, sostuvo que “si se trata de resguardar las preferencias de las familias, nada mejor que el nuevo sistema”. Y no sólo eso. Apropiándose sin demasiado pudor de la retórica de “El otro modelo”, la investigadora del CEP afirmó que “es evidente que la selección de los colegios se opone a la libertad de elección de los padres y que la maldita tómbola, como algunos la llaman, en los hechos es su mejor aliada”.

Todo esto resulta incomprensible (y por eso el piñerismo tuvo que hacer, de nuevo, control de daños). Mientras Piñera y sus parlamentarios invitan a corregir la reforma escolar, Eyzaguirre apunta en sentido contrario. En rigor, sus dichos ignoran la visión sustantiva de las libertades de enseñanza y educación que liberales, conservadores y socialcristianos han defendido a lo largo de nuestra historia. A diferencia de lo que cree la nueva izquierda (¿y Eyzaguirre?), la educación no es un commodity independiente de cada colegio, y por eso la regla general de la admisión escolar no puede ser un mero sorteo. Comprenderlo es crucial para rehabilitar el protagonismo de la sociedad civil en este ámbito.

Pocos dudan del mejor manejo económico que tendría un gobierno de Piñera. Pero “cambiar de rumbo” exige bastante más que eso.

Ver columna en La Segunda