Columna publicada en La Segunda, 18.07.2017

En una columna previa señalé que el Frente Amplio promueve un curioso estatismo individualista, pues impulsa simultáneamente el crecimiento irreflexivo y acrítico del Estado, y una absoluta primacía de la autonomía individual en materias sociales y culturales. Pero tal como dijo la diputada y vocera de Alejandro Guillier, Karol Cariola, “no hay que escarbar mucho para ver los puntos de encuentro” entre el Frente Amplio y la Nueva Mayoría. El proyecto de aborto que hoy se vota en el Senado quizás sea el mejor ejemplo de esa convergencia ideológica.

El nuevo estatismo se ha manifestado con claridad en dos aspectos de este debate. El primero consiste en el permanente afán de negar la “objeción de conciencia institucional”, olvidando el motivo por el que reconocemos la personalidad jurídica (las comunidades humanas generan una realidad que no se agota en sus integrantes), y haciendo caso omiso de una garantía tan fundamental como el derecho de asociación. El segundo aspecto, en tanto, ha sido el intento de excluir de los procesos de “acompañamiento” a las organizaciones que, en virtud de sus idearios, eventualmente disuadan a una mujer del propósito de abortar.

Esos enfoques desconocen atributos elementales de una sociedad abierta y plural. Si las personas se ven imposibilitadas de cultivar su visión del mundo en forma colectiva —lo que supone determinados requisitos de acceso y la legítima difusión de las propias convicciones—, libertades civiles tan básicas como las de conciencia, expresión y educación corren serio peligro. La lógica descrita puede llegar a impedir el desarrollo de las creencias y prácticas comunes, dejando a las personas desnudas e indefensas ante al poder estatal. Además, dicha lógica dificulta una dimensión significativa de la realización o plenitud humana. Los bienes más valiosos (conocimiento, amistad, experiencia estética y religiosa, etc.) típicamente se alcanzan mediante la participación activa en asociaciones de muy diverso tipo, las mismas que hoy son ignoradas por buena parte de la izquierda nacional.

Si a lo anterior añadimos el principio utilizado para zanjar el debate de fondo respecto del aborto, salta a la vista la matriz individualista del nuevo estatismo. En vez de proteger tanto como sea posible la dignidad de todos los involucrados, en especial de los más débiles (lo propio de quien enfatiza los bienes comunes), se acepta como criterio definitivo la decisión de uno de ellos, independiente de los bienes en juego (cual  encarnación del  neoliberalismo más extremo). Así, nuestra izquierda favorece y se alimenta de las mismas tendencias que dice combatir. Vaya revolución.

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