Columna publicada en La Segunda, 09.05.2017

Una de las principales debilidades de la nueva izquierda es su obcecación con los acuerdos políticos. Para los partidarios de la narrativa lírica y refundacional, los consensos han pasado a ser sinónimo de entreguismo y apostasía. Así, muchos reniegan de la historia de la Concertación —inseparable de la transición pactada—, e incluso de la dinámica propia de un régimen democrático (como decía Raymond Aron, para los impacientes hay otras opciones disponibles).

No es fortuito, entonces, que Sebastián Piñera insista en su deseo de conducir un gobierno de unidad nacional en caso de volver a La Moneda. De hecho, considerando la polarización e inflación ideológica del último tiempo, es probable que ese anhelo sea compartido por una parte significativa de la población. Sin embargo, para dar vida a un gobierno de esa índole no basta proclamar la unidad, sino que ésta debe ser encarnada en discursos, gestos y acciones. En suma, se requiere un tono republicano, que haga creíble y posible ese propósito. Y acá la derecha está al debe, en dos sentidos al menos.

Primero, está al debe en la interna de Chile Vamos: la unidad empieza por casa. Por desgracia, hay quienes buscan cualquier excusa para debilitar las primarias del sector (¿dónde se ha visto una primaria sin debates?). Asimismo, se enfatizan hasta el cansancio las rivalidades o recelos personales, olvidando los puntos de encuentro que hay entre los presidenciables. Por dar sólo un ejemplo, Felipe Kast y Manuel José Ossandón tienen diferencias evidentes (antropológicas y de estilo), pero también comparten un ánimo reformista y una crítica categórica a los abusos empresariales, tal como se advierte en sus respectivos discursos y lineamientos programáticos.

Segundo, y más importante aún, la derecha está al debe hacia afuera. Al mismo tiempo que grita a los cuatro vientos la relevancia de los acuerdos, tiende a empecinarse con los (indudables) defectos del gobierno actual. La crítica es razonable, pero no lo es ignorar ciertas coincidencias políticas y económicas que asoman entre amplios sectores de Chile Vamos, varios líderes DC y una porción de la izquierda moderada. No se trata de renunciar a los propios ideales. Se trata simplemente de ser consistentes con el discurso de la unidad. Guste o no, la (eventual) gobernabilidad se comienza a construir desde ahora.

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