Columna publicada en La Segunda, 28.03.2017

“Sobre derechos, deberes y poder. Una nueva Constitución para Chile”. Así se titula el reciente libro de Genaro Arriagada, Jorge Burgos e Ignacio Walker, orientado a terciar en un debate que sube y baja de intensidad cada cierto tiempo.

En general, se trata de un texto ponderado, alejado del lenguaje lírico y la narrativa refundacional. Esto es digno de destacar. Después de todo, los autores —más allá de sus críticas por la prensa— continúan siendo parte de la Nueva Mayoría, cuya cátedra no abraza la moderación ni la gradualidad. Libros como éste, que apoyan una democracia constitucional (es decir: limitada), representan un baño de sensatez.

Ella aflora en sus referencias a la historia —las constituciones no fabrican países—; y cuando reconocen que la Carta vigente, cualesquiera sean sus problemas, sencilla‐ mente no es la “Constitución de Pinochet”. Es probable que sus páginas más lúcidas sean las dedicadas a los derechos constitucionales. No obstante su importancia —ellos dibujan un horizonte—, Arriagada et al. subrayan que en una Constitución lo fundamental es la arquitectura y distribución del poder. Aquí dialogan de modo expreso con Jorge Correa Sutil, en especial cuando analizan los derechos sociales. Advierten que estos derechos deben ser “fines prioritarios del Estado”, y no prerrogativas directa e inmediatamente justiciables.

Con todo, hay temas cuyo desarrollo resulta más discutible. Un ejemplo es la apuesta por el semipresidencialismo. En efecto, para corregir los defectos del presidencialismo criollo no se requiere avanzar hacia un híbrido de dudosa existencia en los hechos —el caso de Francia es paradigmático—, y de difícil compatibilidad con nuestra tradición constitucional. Más insuficiente aún es su justificación de la (eventual) nueva Constitución. Acá se basan en las encuestas, pero, tal como ha mostrado Mauricio Morales, ellas sugieren un panorama equilibrado si  se ofrecen todas las opciones. Y no sólo eso. Según explicamos en nuestro libro “La ilusión constitucional” (IES, 2016), el auge de este debate (sobre la Constitución escrita) responde a la ruptura de los consensos del Chile de la transición (en torno a la “constitución profunda”, a las relaciones Estado­mercadosociedad civil). Ello también da cuenta de los límites de la disputa. Los autores quizás intuyen todo esto, pero no mucho más.

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