Columna publicada en La Segunda, 08.03.2017

Esta semana se cumple un mes desde que se difundiera el “Manifiesto por la república y el buen gobierno”, elaborado por Andrés Allamand, Joaquín García­-Huidobro y otros políticos y académicos vinculados a la oposición. Cabe destacar su impacto en la opinión pública. Después de todo, son muy pocos los textos de esta índole que logran generar hechos políticos. Pero no sólo eso. La mayor virtud del  documento es que asume una perspectiva propiamente política —arquitectónica, diría Aristóteles—, y ello le permite formular una auténtica visión de país, articulando una serie de contenidos de manera coherente. Veamos.

Una primera contribución del “Manifiesto” es que pone sobre la mesa desafíos prioritarios que, sin embargo, suelen ser olvidados por las élites partidarias. Tal vez el mejor ejemplo sea su advertencia sobre nuestras preocupantes tasas de natalidad. Se trata de un tema fundamental, con consecuencias económicas, sociales e incluso relativas a la seguridad nacional, pero invisibles para quienes se aproximan a los fenómenos colectivos desde un prisma puramente individual. Un segundo aporte, que explica el anterior, consiste en la rehabilitación de categorías como república, nación (abierta), sociedad civil  y solidaridad; de la comunidad política en suma. Dichas categorías ayudan a analizar con pertinencia problemas que la derecha a veces ni  siquiera logra percibir.

El  caso paradigmático es la actitud ante los niveles de desigualdad que existen en Chile. Como sugiere el “Manifiesto”, tras ellos subyacen serias dificultades en materia de cohesión y fragmentación social, lo que exige una respuesta proporcionada. Acá asoma otro acierto del documento: los indudables puntos de encuentro que ofrece. Sectores moderados, de centro, independientes, desencantados de la DC, etc., encuentran en él orientaciones que, en muchos aspectos, bien podrían ser las suyas. Con todo, el “Manifiesto” consigue esto sin renunciar ni a la legítima iniciativa individual, ni a la responsabilidad personal, ni a ninguno de los ideales centrales de la coalición opositora. En rigor, la conecta con su mejor versión (la de Francisco Bulnes, Eduardo Cruz­ Coke y otros políticos de altura). Esta invitación a pensar quizás vaticina un futuro buen gobierno, pero desde ya representa una excelente noticia para la república.

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