Columna publicada en La Tercera, 05.10.2016

El erotismo es la capacidad para dejarse transformar por un otro. Es la apertura a lo que no es uno. El Eros, nos dice en “La agonía del Eros” el filósofo coreano alemán Byung-Chul Han, “hace posible una experiencia del otro en su alteridad, que saca al uno de su infierno narcicista”. La negación de lo erótico, entonces, equivale a un intento por borrar la alteridad y absorverla en la propia identidad. Es la incapacidad de amar, de entregar y de recibir. Es, por tanto, la vinculación meramente auto-referente e instrumental con un mundo estandarizado donde todo está sujeto a comparación y cálculo de utilidades, ya que lo único no tiene cabida.

Es al erotismo a lo que apelaron, de hecho, Giorgo Jackson y Camila Vallejo cuando criticaron los dichos del exministro Felipe Morandé en que éste comparaba el sexo con el lucro porque ambos eran “naturales”. Los diputados alegaron que el sexo no era un vínculo instrumental, sino una mutua apertura al otro, una entrega afectiva, y que por ello no podía ser comparado con la lógica de la maximización de la ganancia. No se podría, entonces, describir el sexo desde el punto de vista de la economía sin dejar de hablar de sexo. Quien lo entendiera, entonces, como una técnica orientada a la maximización de utilidades individuales estaría hablando de otra cosa y, por tanto pervirtiendo el significado de lo que el sexo verdaderamente es.

A esta misma intuición se dirigía la famosa canción de Los Prisioneros llamada “Sexo”. En ella denunciaban el uso de la sexualidad con fines comerciales. “El mejor gancho comercial/ apela a tu liberalidad/ toca tu instinto animal/ rozando la brutalidad”. En la letra queda claro lo absurdo de presentar como “liberación” lo que es mera devaluación e instrumentalización. González, con su notable lucidez ochentera,entendía que reivindicar el erotismo exigía, justamente, combatir la lógica del porno y sus fantasías estereotipadas.

Y es que si la mojigatería pretende expulsar lo erótico de nuestra sexualidad mediante la represión, la pretensión progresista o “liberal” pretende aniquilarlo mediante su normalización, su estandarización y, finalmente, su comercialización. “La sociedad del consumo, nos dice Han, aspira a eliminar la alteridad atópica a favor de diferencias consumibles, heterotópicas”. Así, el mercado penetra en la intimidad humana hasta convertirla en otro ámbito sujeto a estándares de maximización y rendimiento.

La expulsión de lo erótico, además, como todo lo sujeto a la lógica consumista, tiene por resultado la insatisfacción.

Quien remite infinitamente a sí mismo es incapaz del gozo que supone la entrega a un otro. Narciso es pura frustración. Y el deseo insatisfecho se vuelve hacia experiencias cada vez más extremas y perversas.

¿Es necesario evaluar desde el punto de vista del erotismo  el libro sobre sexo para escolares del municipio de Santiago? Algunos pueden pensar que no, aunque todo parece indicar que sería conveniente.

¿Es urgente, en todo caso, construir una discusión pública de buen nivel sobre este asunto? Creo que nadie puede negarlo.

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