Columna publicada en El Demócrata, 01.03.2016

Hace algunos años, en uno de sus primeros viajes al país —mientras era aún diputado del parlamento sueco— le preguntaron a Mauricio Rojas qué opinaba sobre la centroderecha chilena. Sin ocultar su pesar, el alguna vez mirista y ahora político liberal reconoció que le llamaba la atención su canibalismo: el “momiaje” suele hacerse horrendas zancadillas, afirmaba el ensayista. Sin lugar a dudas, la crítica de Rojas sigue presente, pues debemos reconocer que —sin generalizar— algunos dirigentes del sector triunfan gracias al fuego amigo, y sin intención de jugar en equipo.

Pero éste no es cualquier canibalismo. Alguna parte de quienes integran Chile Vamos parece tener una verdadera inclinación por el canibalismo sedentario. Quieren cazar a los de su raza, pero no más allá de la esquina. En Lo Barnechea, por ejemplo, el concejal Carlos Ward quiere disputarle el espacio al alcalde Guevara (amenazando incluso con “ir por fuera”, en caso de que no hayan primarias), y en Vitacura, ha habido una bullada riña entre el incumbente Torrealba y el desafiante Tomás Fuentes.

En estas contiendas, la complejidad de las variables impide inclinarse por uno u otro bando. No hay, a simple vista, culpables o inocentes. Por un lado está el legítimo derecho de los concejales —y de los políticos jóvenes, en general— de disputar un espacio, y de crecer políticamente, accediendo a cargos de mayor poder político. Después de todo, se trata de personajes que ya cuentan con cierto bagaje, y sin un sistema de primarias consolidadas, o de límite a las reelecciones, es casi imposible llegar a las grandes ligas. Pero por otro lado, en vez de buscar salidas conciliadoras a tales escenarios, estos desafiantes han optado por renunciar a sus partidos (Ward a la UDI, Fuentes a RN) y han decidido llevar a cabo sus proyectos electorales a toda costa, transformándolos más en empresas personales que en el esperado recambio generacional que el sector demanda.

A decir verdad, estos dos casos son clara manifestación del canibalismo al que se refería Rojas: ante una decisión adversa —debe ser muy duro afrontar que, a pesar de los méritos, el sillón alcaldicio no está disponible— han decidido quemar las naves, abandonando aquello en la que creían hasta hace poco.Esto es algo que no debiera estar nunca en el libreto político; la centroderecha no puede darse el lujo de ir dividida, incluso en comunas que se consideran “seguras”. Hoy, con un sistema de voto voluntario y una ciudadanía cada vez más desideologizada, todos los escenarios se vuelven inciertos. Hasta los del antiguo distrito 23.

Pero más grave que eso, estos ejemplos demuestran el sedentarismo en el que ha caído Chile Vamos. Lo que está en disputa no es La Pintana, Lota ni El Salvador. Al contrario, el poder político sigue concentrándose en reductos tradicionales, donde se hace más cómodo hacer campaña, y donde —superados los primeros obstáculos— la victoria es casi inminente.

Muchos, en la centroderecha, siguen sin entender que la única forma de ser mayoría es saliendo de la zona de confort. Cuán valioso sería que alcaldes como Torrealba o Guevara decidieran poner su capital político al servicio del país, y se abrieran a disputar Santiago centro o Maipú. O que dirigentes como Ward o Fuentes, apoyándose en su experiencia en concejos municipales de la “cota mil”, buscaran asumir el liderazgo de alguna comuna vulnerable. Que el foco de atención esté en Vitacura y no en Pedro Aguirre Cerda demuestra lo fatigada y predecible que se ha vuelto la coalición de centroderecha, y lo mucho que precisa un cambio, que debe ir más allá del contenido y la necesidad de relato.

Sin embargo, no todo está perdido. Hay quienes han optado por salir de esta zona de confort, apostando por interesantes proyectos en regiones, o en comunas del Gran Santiago como Lo Espejo, San Miguel o Conchalí, entre otras. En muchos casos, lo han logrado haciendo camino al andar, y probablemente con menos visibilidad que en el distrito 23, pero no por ello con menos convicción y responsabilidad. La estrategia, por tanto, debe ir enfocada hacia fortalecer estas apuestas, y no las zonas ya saturadas. Si Chile Vamos quiere ser en definitiva una coalición de mayoría debe partir por comprender que ésta se encuentra más allá del sector oriente de la capital. Y debe, por lo mismo, dejar la vida sedentaria y ponerse a trotar.

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