Entrevista publicada en revista Qué Pasa, 12.12.2014

Jesse Norman es un parlamentario e intelectual inglés del Partido Conservador. Hace unas semanas estuvo en Chile invitado por Icare para hablar en Enade sobre su libro La Gran Sociedad, que traduje y que publicamos con el IES y la Fundación 180 durante 2014. En todas las actividades que Norman participó, su invitación fue a pensar, a salir de nuestro estrecho espacio intelectual y político y tratar de obtener perspectiva para buscar un nuevo consenso que permita dar cauce a las reformas que necesitamos para proyectarnos como un país libre y próspero.

A través de esta entrevista, tras su tercera visita al país en pocos años, busco rescatar algunas ideas que son indispensables para emprender el desafío político e intelectual que Norman nos planteó.

-¿Qué significa ser conservador?
-El concepto de “conservador” se usa de muchas maneras. En Estados Unidos y, a veces, en el Reino Unido es usado para designar a grupos libertarios que creen que los mercados no deberían tener límite ni restricción alguna. Mi visión del conservadurismo es bastante distinta: es la del conservadurismo “clásico”, el que se encuentra en los grandes pensadores del siglo XVIII, como Edmund Burke y Adam Smith. En esta tradición, el conservadurismo se trata de la preservación de valores sociales. La sociedad es una herencia invaluable, una asociación entre los vivos, los muertos y los que están por nacer, que nos permite vivir en libertad y que cada generación tiene el deber de tratar de mejorar antes de pasarla a la siguiente generación. Los mercados, desde esta perspectiva, no están para ser idolatrados, sino para ser usados como medios para mejorar la prosperidad y el bienestar humano.

-¿Y cómo vinculas esta visión del conservadurismo con la idea de “gran sociedad”?
-La Gran Sociedad rescata una visión política que deriva del trabajo que Burke y Smith realizaron hace 250 años. Lo que hace es extender sus intuiciones un poco más allá, poniendo énfasis en el poder social de los individuos activos que participan en la sociedad civil y en la importancia de las instituciones no estatales a través de las cuales se despliega nuestra identidad y nuestro propósito en la vida, como las iglesias, las escuelas, las familias, los clubes de fútbol, entre muchos otros.

-Has declarado que esta perspectiva se enfrenta con lo que llamas “fundamentalismo de Estado” y “fundamentalismo de mercado”. ¿De qué se trata eso y por qué nacería ese conflicto?
-Lo que ocurre es que si uno piensa como yo lo hago, que lo que importa es la sociedad, los individuos empoderados y las instituciones libres, entonces uno estará naturalmente preocupado respecto a aquellas políticas e ideas que amenacen esos bienes. Sabemos que los mercados libres son quizás el mayor instrumento de enriquecimiento y prosperidad humana jamás desarrollado. Sin embargo, para ser efectivos, los mercados deben ser competitivos, respetuosos de la ley, fundados en la confianza y, en algunos casos, como el de los mercados financieros, regulados apropiadamente y supervisados. De esto se sigue que el libertarianismo extremo y el “fundamentalismo de mercado” sean simplemente un error. Del mismo modo, el Estado puede ser un habilitador y un soporte vital para el bienestar social, un proveedor de servicios públicos eficaces y un mecanismo eficiente y justo de redistribución mediante un sistema de impuestos que tenga en vistas el bien común. Pero un Estado que abusa de su capacidad de cobrar impuestos, que distorsiona los mercados mediante subsidios y tarifas o excesos regulatorios, o que realiza otras intervenciones desproporcionadas, hará muy probablemente grandes daños, generando efectos especialmente negativos para los más pobres y marginados de la sociedad. Es por esto que el “fundamentalismo de estado” también debe ser evitado.

-Y, dentro de ese esquema, ¿qué sería el “crony capitalism” o “capitalismo de amigotes”?
-Lo que he llamado crony capitalism es la situación en la cual la conexión original entre la actividad privada de los negocios y el bien público ha desaparecido, y los retornos económicos se han divorciado de los méritos en el emprendimiento. Hemos visto mucho de eso en el sector financiero en Estados Unidos e Inglaterra durante los últimos años, y el resultado han sido bancos que sirven a los intereses de sus empleados y no de sus accionistas, enormes bonos para los administradores totalmente desconectados de las ganancias o del valor de las acciones, además de escándalo y comportamientos criminales. Y mucho de esto, por si fuera poco, ha sucedido en un momento en que el contribuyente común y corriente ha estado subsidiando al sector financiero. La idea del “estado de bienestar empresarial” está muy relacionada con esto. La significación política de la idea de crony capitalism es que permite una crítica al capitalismo desde la centroderecha, desde una perspectiva propia del conservadurismo clásico. Les da voz a las preocupaciones de la gente normal con un instinto conservador clásico -es decir, casi todos- acerca de lo que ocurre cuando la liberalización de los mercados resulta mal.

-Esta visión parece muy divorciada de lo que uno acostumbra a escuchar desde la centroderecha. De hecho, uno puede imaginar que muchos la podrían catalogar de “colectivista”. ¿Cuál crees tú que es la relación entre individuo y sociedad?
-Esa es una pregunta de extrema dificultad. Yo diría, en términos simples, que no existe una oposición entre ellos, y que ha sido un error presente en nuestras categorías académicas, éticas, políticas y sociológicas el pensar que existe dicha oposición. Correctamente entendido, un ser humano es lo que Aristóteles llamó “zoon politikon”: un animal social, cuyas emociones, mente e identidad son sociales, y están profundamente implicadas con las de los demás. De esto sigue que no existe un “Estado de naturaleza”, ni un contrato social a la Locke desde el que se derive la legitimidad política. La naturaleza humana es vivir en sociedad, y lo que importa es la asociación entre las generaciones pasadas, presentes y futuras, que permite a las sociedades prosperar.

-Esta concepción les asignaría una importancia central a las instituciones…
-Las instituciones son absolutamente centrales, por las razones ya descritas. En mi biografía de Edmund Burke, de hecho, me dedico especialmente a explicar este asunto.

-Todo esto suena muy bien, pero uno podría considerar que esto de la gran sociedad no es una idea práctica, sino simplemente una mezcla de buenos deseos. ¿Existen ejemplos concretos?
-En realidad, la idea de la gran sociedad es muy práctica. En el Reino Unido, desde el 2010, la coalición de gobierno ha trabajado extensamente desde las ideas de la gran sociedad, la devolución de poderes, el control del gasto público, la disminución de la dependencia del Estado y la habilitación de las personas. Los cambios han sido extraordinarios. El Reino Unido tiene ahora la tasa de crecimiento anual más alta del G7, con una cantidad récord de nuevos emprendimientos y la mayor caída anual de la historia en términos de desempleo. Pero mi dato favorito es que sólo el próximo año 150.000 jóvenes de 16 y 17 años de los más variados grupos socioeconómicos y educacionales participarán de nuestro nuevo Programa de Servicio Nacional Ciudadano, que combina cursos de aventura, construcción de equipos, emprendimiento y trabajo comunitario.

-Son buenos ejemplos, pero quizás esta idea sólo funcione en Gran Bretaña porque es afín a sus específicas características culturales, políticas y económicas. ¿Por qué podría funcionar también en Chile?
-Ustedes tienen excelentes ejemplos de grandes asociaciones civiles, tales como “Chile ayuda a Chile”, el Hogar de Cristo, los Bomberos, la Fundación Las Rosas, Coaniquem, Desafío Levantemos Chile o la Teletón, sólo por nombrar algunas. Y tienen ejemplos históricos notables de personas que han hecho la diferencia gracias a su espíritu y cultura cívica. Un ejemplo claro que pude conocer en esta visita fue la preciosa ciudad de Valdivia, levantada por el esfuerzo ejemplar de inmigrantes y chilenos trabajando juntos. Pero, yendo al grano, Chile está en un momento especial en su historia, en el cual parece estar buscando las bases intelectuales para un nuevo consenso político, que pueda combinar el crecimiento económico con un énfasis renovado en los valores civiles y en la importancia de la sociedad. Así es que creo que la idea de la gran sociedad puede tener una gran relevancia ahora y en el futuro, a lo largo de todo el espectro político.

-¿Cuál es la importancia de las ideas en política? ¿Cuál es el rol de los intelectuales en política?
-Creo que es a veces sobrevalorado y puede, en ocasiones, tener malas consecuencias, como cuando estimula el fundamentalismo de Estado o de mercado. Pero las ideas siempre están al mando, seamos conscientes de ellas o no. El gran liderazgo político siempre es una mezcla de la comprensión pragmática de aquello que es posible con la intuición filosófica de aquello que es importante, y las razones por las cuales lo es.

-También escribiste una biografía intelectual de Edmund Burke y estás preparando otra de Adam Smith, ¿por qué sería importante leer autores de hace 250 años para pensar una renovación política e intelectual en el presente?
-Edmund Burke y Adam Smith son dos de las cimas intelectuales de la economía política y son la bisagra hacia nuestra modernidad. Sus ideas son tan frescas y relevantes ahora como lo fueron hace 250 años. Burke es la primera persona que describe los ideales del gobierno representativo y los partidos políticos, tal como los entendemos hoy. Smith, por su parte, sienta las bases de lo que será la economía de mercado. Lo que une a ambos es un énfasis en los seres humanos como animales sociales, y en la confianza como el pegamento que los une en las distintas formas de interacción política, social y económica.