Por Catalina Siles y Gustavo Delgado

Si la diferenciación sexual posibilita la generación de nuevos ciudadanos y la formación de una comunidad familiar, se comprende el interés del derecho por regularla: los bienes humanos que están en juego en esas relaciones son fundamentales para la sociedad. Por lo mismo, la diferencia sexual resulta primordial para el derecho. Esto debe ser tenido en cuenta a la hora de intentar solucionar problemas de discriminación arbitraria, lo que además no pasa necesariamente por la creación de nuevos derechos, sino que exige el respeto a la dignidad de las personas, sin desconocer la realidad humana y el significado más pleno de su dimensión sexual.

Por lo demás, debemos advertir que tras la demanda por el reconocimiento de las diversas formas de vida subyace una paradoja, de la que no somos conscientes del todo: al mismo tiempo que proclamamos las bondades de la sociedad plural (diversa) y del Estado supuestamente neutro (a-való- rico), exigimos que la sociedad y el Estado aprueben y reconozcan todas y cada una de las formas de vida.

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