Columna publicada en Chile B, 08.11.2014

Hace ya varios años que la iniciativa privada está en el ojo del huracán. Pese a que el modelo no parece derrumbarse —fascismos o socialismos reales sí que cayeron—, la crítica ha sido radical y, quizás por lo mismo, a ratos se ha vuelto irreflexiva. Pero, como quiera que sea, debemos recordar que la diatriba contra el lucro y la pérdida de confianza en la actividad empresarial no surgieron ni remotamente de la nada. Basta pensar en las fundadas denuncias de lucro en la educación superior (tácitamente reconocido en Tolerancia 0 por un ex Ministro del ramo), en los casos farmacias y La Polar, en el funcionamiento de los planes de Isapres; en fin, en los recientes caso Penta y colusión de los pollos. La sensación de abuso, qué duda cabe, tiene sus motivos.

En este contexto, uno supondría que nuestras elites tomarían nota de lo sucedido y que a estas alturas ya no sería necesario reiterar cuán imprescindible resultan la buena fe y las buenas prácticas para el libre intercambio. Pero si dicha suposición fuera real, es decir, si estuviera ampliamente extendida la conciencia de que no es razonable vender cualquier cosa a cualquier costo, ¿qué posibilidades de éxito tendría un evento centrado en el testimonio de un ex corredor de bolsa mundialmente conocido por crear fortuna a costa de la especulación financiera? La pregunta es pertinente porque el 24 de noviembre se presentará en Chile Jordan Belfort, el “Lobo de Wall Street”, famoso por la película del mismo nombre dirigida por Scorsese y protagonizada por Di Caprio.

Como lo sabe cualquiera que haya visto la película, Belfort alcanzó el éxito —yates, drogas, prostitutas— mediante la venta de “penny stocks”, acciones altamente especulativas pertenecientes a empresas sin futuro alguno, que dejaban altísimas comisiones a los operadores. Todo hasta el año 1998, cuando Belfort fue acusado de fraude y se decretó el cierre de su firma. Entonces daba la impresión que la historia del “Lobo” terminaba en la cárcel, pero, como el que nace chicharra muere cantando, Belfort encontró en la venta de charlas motivacionales el modo de pagar los US$ 200 millones a que había sido condenado. Este nuevo rol explica su presencia en nuestro país, donde protagonizará el seminario “Straight Line System”, orientado a transmitir su experiencia con vistas a la “venta perfecta”.

Tal vez uno podría entender el sentido del encuentro que se realizará en Casa Piedra si su énfasis fuera aprender del fracaso u otra cosa semejante. Pero si bien con seguridad habrá algo de esto —Belfort sacó sus lecciones—, el objetivo a la luz de la información disponible es distinto. La conferencia, dirigida a gerentes, emprendedores y ejecutivos, busca enseñar “cómo conquistar al cliente”, las “claves para una venta exitosa”, el “arte de la persuasión”, “cómo cerrar un negocio” y “psicología del comportamiento”, todo esto a partir de las estrategias que llevaron a Belfort al éxito en el mundo de la especulación más brutal. Tal como él mismo decía con total sinceridad hace poco tiempo en una entrevista, se trata simplemente de “enseñar cómo hacer más dinero”.

La pregunta es si da lo mismo cómo se hace eso. ¿Realmente los ejecutivos y empresarios chilenos tienen cosas que aprender del “Lobo de Wall Street”? ¿Irán por ahí sus falencias? Si la legitimidad de la iniciativa privada está en entredicho es precisamente porque algunos no han entendido que el camino para hacer dinero es otro. Quizás alguien podría argumentar que la idea es concluir que se debe hacer exactamente lo contrario a lo que hizo Belfort antes de convertirse en conferencista. Pero, incluso si fuera así, llama la atención que para entenderlo sea necesario pagar entre $80.000 y $500.000 y escuchar a un “gurú” de las ventas.

Se comenta que la charla es muy amena, y no hay motivos para dudarlo: no todos los días se está con un sujeto que lanzaba enanos —sí, enanos— para divertirse. Pero, más allá de la anécdota, al parecer no son pocos quienes aún no se enteran de lo que está pasando en Chile desde hace algunos años.