Columna publicada en Qué Pasa, 26.09.2014

Marcel Hénaff es uno de los pensadores actuales más interesantes. Antropólogo y filósofo, de nacionalidad francesa, y profesor en la Universidad de California (San Diego), debe ser quien ha llevado la reflexión respecto al don (el regalo) a su mayor refinamiento conceptual. Su obra más importante al respecto (cuyo título se traduciría como El precio de la verdad: regalo, dinero y filosofía, del 2002) permanece sin ser publicada en español. De hecho, su único libro traducido a nuestro idioma, hasta ahora, era Sade, la invención del cuerpo libertino, escrito en 1978. Pero LOM tuvo el acierto de comenzar a corregir este problema publicando La ciudad que viene (2008), un ensayo sobre un tema que siempre ha obsesionado a los filósofos: la polis. 

En este breve libro, Hénaff explora la definición de ciudad a partir de tres conceptos: monumento, máquina y red. Bajo la primera idea, se piensa la ciudad como mundo cerrado en sí mismo: el espacio de articulación de tierra y cielo, el resumen del universo. Una unidad espiritual y una totalidad orgánica.

La segunda idea, la de máquina, es inseparable de la construcción monumental y nos muestra la ciudad como un dispositivo de concentración, disciplinamiento y organización del trabajo. Y también como un espacio de constante innovación. Esta visión enfatiza la ciudad como un espacio de libertad de las ataduras sociales y de ascenso por mérito. Pero también un espacio segregado por la diferenciación funcional y ordenado en sus procedimientos gracias al advenimiento de la organización administrativa, que racionaliza la vida en común. Como máquina, la ciudad ya no es solamente una reproducción del cosmos, sino que pasa a verse como una creación de sí misma. 

Finalmente, la red representa el movimiento, la plasticidad y la multicentralidad. Es el acceso, la apertura, el comercio y la interconección. A la vez el flujo y la particularidad, pues uno se mueve entre puntos de referencia que no se mueven. La ciudad es inseparable, desde su nacimiento, del intercambio con el exterior, lo que implica redes de relaciones hacia afuera. Pero en la ciudad moderna lo urbano mismo, hacia adentro, es una infinita red de relaciones de la sociedad civil, cada vez más horizontal y dinámica.

Monumento, máquina y red son elementos esenciales de todo fenómeno urbano, pero el énfasis en cada uno de ellos ha ido cambiando en el transcurso del tiempo. Las primeras ciudades son principalmente monumentales, las ciudades del comercio y de la industria son eminentemente funcionales y, finalmente, la ciudad en que comenzamos a vivir -la ciudad que viene- parece estar dominada por la forma de la red. 

La pregunta de Hénaff a partir de este diagnóstico, es por el destino de lo público, del espacio público en nuestra ciudad ¿Existe lo público en nuestro archipiélago urbano cosmopolita y abierto?  El autor busca mostrar las posibilidades del espacio común y de la vida social en el contexto en que nos toca vivir. Y una de las claves de reinvención de ese espacio lo encuentra en la calle, la plaza y lo aledaño a ellas, como lugares de vecinalidad, visibilidad y civilidad. Así, nos llama a repensar nuestra actual ciudad, nuestra actual vida en común, desde la calle, pero considerando a todos los que transitamos por ella y no sólo a los que la surcan gritando más fuerte. 

En suma, este es un libro interesante para cualquiera, pero imprescindible para quienes viven en Santiago, este archipiélago infinito donde habita un tercio del país.