Columna publicada en La Segunda,18.06.2014

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Se estima que cerca de dos millones de chilenos conviven sin estar casados; es decir, el 31% del total de las uniones del país. El extendido carácter de la cohabitación es uno de los mayores cambios experimentados por la estructura familiar de nuestra sociedad, pero el asunto apenas ha motivado reflexión. La discusión de marcos regulatorios para la vida en pareja distintos al matrimonio ha tratado, fundamentalmente, sobre las parejas del mismo sexo (y por eso, inevitablemente, terminaremos discutiendo sobre el matrimonio mismo).

Poco se ha dicho, en cambio, sobre los convivientes heterosexuales: ¿qué razones llevan a estas parejas a optar por la convivencia? ¿Cuáles son sus consecuencias para los involucrados en la relación, niños y adultos? ¿De qué modo esto repercute sobre el resto de la sociedad?

El texto “Vivir juntos. Reflexiones sobre la convivencia en Chile”, publicado por el Instituto de Estudios de la Sociedad, busca aportar a esa reflexión pendiente. A partir de un breve recuento de lo poco que se sabe sobre la cohabitación en Chile, se revisa detenidamente la experiencia en otros países en los que ya existe un mayor análisis. En este contexto, se sitúa la convivencia dentro de un conjunto más amplio de cambios culturales, que ésta pareciera reflejar y reproducir, todo lo cual exige una atención bastante más profunda que la dispensada hasta ahora.

En suma, se trata principalmente de abrir un foco de reflexión, muy al margen del rumbo que tome la discusión sobre el “Acuerdo de Vida en Pareja”. Es un tema que seguirá vigente, pero donde hay aspectos que aún no se han tomado debidamente en cuenta.

Cualquiera sea la postura que se adopte respecto de la regulación de las uniones no matrimoniales, no hay política pública que pueda por sí sola abarcar un fenómeno que corresponde tan estrechamente con cambios culturales de gran envergadura. Lo que se requiere, por tanto, es que la respuesta sea tan multidimensional como el problema. De lo contrario, corremos el riesgo de tomarnos a la ligera un elemento crucial para la sociedad, como lo es la configuración familiar.