Columna publicada en Chile B, 08.05.2014

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“Leer, leer, leer. Eso en todos los niveles” es una de las recomendaciones centrales de Inger Enkvist, especialista sueca en educación, para mejorar el cuestionado sistema educativo chileno. Mientras discutimos sobre la gratuidad universal de la educación superior olvidamos el problema educativo más grave de nuestro país: el analfabetismo funcional que afecta a un 44% de los adultos en Chile y que las nuevas generaciones están heredando. Una persona que no entiende lo que lee es una persona con enormes dificultades para acceder a bienes cívicos, culturales, económicos y profesionales; en definitiva, su calidad de vida se ve seriamente dañada.

Ahora bien, ¿cuál es el diagnóstico mediante el cual se ha intentado explicar nuestra falta de hábitos lectores? En el debate público se ha instalado la idea de que el problema tiene que ver con la capacidad de acceso al libro por su alto precio. En esta línea se ha propuesto la disminución o eliminación del IVA al libro, como principal medida de promoción. Sin embargo, hay varias razones para pensar que esto no es así, y que más bien estaríamos omitiendo un paso previo. Veamos.

El reciente informe elaborado por el IES, “Lectura en Chile e IVA al libro”, señala que existe un bajo nivel de conciencia sobre lo esencial que resultan los primeros años de vida para la habilitación cognitiva de una persona. En efecto, la estimulación temprana de un niño tiene repercusiones directas en el desarrollo de sus diversas capacidades y, por tanto, en su futuro. Por lo mismo, toda inversión en la primera infancia es altamente productiva, e indispensable si queremos derribar las barreras de la desigualdad. Pero éste no es el único problema. Chile presenta hábitos de lectura extremadamente bajos. Más de la mitad de la población se considera “no-lectora”, prefiriendo otros pasatiempos como ver televisión o hacer deporte, dejando la lectura a contextos de estudio o trabajo. “La lectura no es una prioridad en Chile y casi nadie lee por placer; no es sorprendente entonces el extendido déficit de comprensión de lectura que muestra nuestro país”, señalan los autores en el informe del IES.

Por tanto, —según afirma el estudio mencionado— la solución principal no estaría en el impuesto al valor agregado. Porque,si el problema fuera el precio de los libros las bibliotecas públicas o la venta de libros usados serían muy populares, cosa que no ocurre. Por otro lado, aunque se eliminara completamente el IVA, lo más probable es que el precio no variaría significativamente debido al reducido mercado del libro y el monopolio de las empresas importadoras. Tampoco la reducción o eliminación del IVA se traduciría en libros más baratos, pues necesariamente alguien en la cadena de producción tendría que cargar el costo. Por lo tanto, el precio seguiría siendo alto en comparación a la capacidad de compra de la mayoría de los chilenos. Así, los beneficiados con una política como ésta serían los sectores con mayores ingresos en Chile, que a su vez son los que más leen —lo que la convierte en una política regresiva—. Y además, los miembros de la industria editorial, que lograrían un beneficio tributario para su negocio (quienes justamente son los principales lobbystas de esta medida).

En definitiva, mejorar los hábitos de lectura en Chile actualmente, no tiene
que ver tanto con la capacidad de adquirir un libro, sino con la capacidad de apropiarse de su contenido
. Es ahí donde debemos poner el acento de las políticas públicas, a través de la habilitación cognitiva de los futuros ciudadanos, de modo que sea una extensa generación de lectores lo que permita realmente disminuir los precios de los libros y aumentar su variedad.