Columna publicada en diario La Segunda, 18.01.14

michelle 777La política nacional se encuentra reducida a dos cosas: la batalla campal de Renovación Nacional y la especulación sobre los movimientos de la Presidenta electa, Michelle Bachelet. Respecto de lo primero, habrá que esperar que se disipe el polvo que levanta la refriega para hacerse una idea de lo ocurrido. Sobre lo segundo hay luces algo más claras, especialmente porque pueden compararse sus movimientos actuales con los realizados hace ocho años. Lo único que es evidente, eso sí, es que mientras el actual pacto gobernante pasa por un período de dispersión de fuerzas, la Nueva Mayoría entra en uno de condensación.

La necesidad de Bachelet de seguir impulsando este último proceso proviene del contraste entre lo ambicioso de su programa de gobierno y el escaso interés que despertaron las elecciones presidenciales en la ciudadanía. La estrategia para conseguir lo buscado es más o menos evidente: moderar las propuestas, desinflar ligeramente las expectativas y extender la base de apoyo. A tanto ha llegado la moderación, que los intelectuales orgánicos de la gratuidad educacional redescubrieron, luego de ganar las elecciones, el significado de conceptos como “costo de oportunidad” o “uso alternativo de los recursos”.

Esta estrategia ha modificado, también, la forma en que muchos esperaban que Bachelet se relacionara con los partidos de su coalición. Todos recordamos el duro proceso de instalación de su primer gobierno, derivado de su intento de imponerse por sobre las orgánicas partidarias y de usar como quilla de su administración al equipo de Expansiva. En esta “repetición de plato” se pensó que lo obvio sería que, ya que los partidos de la Concertación se encuentran -ahora sí- en el suelo, Bachelet se impusiera sin contrapesos. Sin embargo, en vez de eso, ella ha seguido una apretada agenda de reuniones y conversaciones con los representantes partidarios y también con otros agentes políticos, incluidos los oportunistas que han abandonado las filas gobernantes. Luego del rastrillo electoral, viene ahora una segunda pasada, diplomática.

El horizonte es claro: se pretende inaugurar un “nuevo ciclo político” y ello requiere escarbar entre los escombros del régimen anterior para reunir todos los fragmentos de legitimidad posibles, que a estas alturas no son muchos. Y como si esto fuera poco, se busca instalar el programa de transformaciones en cuatro años, para poder demandar a la ciudadanía otro mandato en 2017. La expectativa puesta sobre la derecha hace cuatro años pasa ahora de vuelta a lo que queda de la Concertación.

La pregunta es si Bachelet será capaz de hacer lo que se propone. El hecho de que la Concertación haya sido una oposición destructiva durante cuatro años hace difícil que exista algún grado de colaboración desde la derecha con su gobierno. Más bien, hay un cierto deseo larvado de que la administración de Bachelet fracase para que los chilenos “aprecien los logros de Piñera”. Para colmo, la tensión entre las facciones internas de la Nueva Mayoría no augura un futuro esplendor.

Quizás sea momento de que la clase política re-evalúe su situación, ya que da la impresión de haber entrado en un ciclo autodestructivo. Podrían aprovechar alguna tarde veraniega para ver “Y la nave va”, del gran Federico Fellini. Está en YouTube.