Columna publicada en diario La Segunda, 13.01.14

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Foto: Radio Nuevo Mundo

La pelea tipo bar de western que está protagonizando buena parte de la derecha no le ha hecho fácil a la opinión pública poner atención a lo que ocurre dentro de la Nueva Mayoría. Sin embargo, cada cierto tiempo aparecen en la prensa indicios de que las cosas no son color de rosa al interior del pacto.

La estrategia de la Concertación para recuperar el gobierno fue exitosa. El problema es que su premisa fundamental era “volvamos al poder como sea y ahí vemos qué hacemos”. Criticando todo lo que hizo el gobierno de Piñera, adulando y cooptando al movimiento estudiantil, aliándose con un Partido Comunista que defiende tiranías brutales y prometiendo el oro y el moro a quien se les cruzara por delante, están de vuelta. Ahora tendrán que ver qué hacer. Y no es un asunto fácil.

El primer problema son las expectativas. Según las encuestas, un 70% de las personas cree que la situación económica del país se mantendrá o mejorará durante el gobierno de Bachelet. Y lo cierto es que el escenario nacional e internacional no parece ir en línea con esas ilusiones. El segundo problema es la abstención en las elecciones que reinstalaron a Bachelet. El hecho de que un 58% de los potenciales votantes no concurriera a las urnas generó nerviosismo en el mundo de la Concertación, ya que resulta muy curioso que una elección que supuestamente decidía entre “modelos de sociedad” no generara mayor interés. Volvió poco creíble algo que ya sonaba poco creíble. La pregunta que muchos se hacen dentro de la Concertación, en jerga de pasillo del Congreso, es si hay agua en la piscina para grandes reformas con resultados inciertos.

El tercer problema es la tensión entre el Partido Comunista y la Democracia Cristiana. La DC puede justificar muchas cosas haciendo gala de su ambigüedad, pero un pacto político con un partido que defiende el régimen cubano y manda cartas de felicitación a Corea del Norte cuando asume un nuevo tirano excede incluso esa capacidad de tolerancia. De ahí lo burdo de la distinción entre pacto electoral y pacto político que intentaron ensayar. El PC, por su parte, no tiene ninguna simpatía por los falangistas, y lo ha dejado muy claro. Impulsará como sea la lectura más izquierdista posible del programa de Bachelet, utilizando la calle de ser necesario, y la DC es un obstáculo en ese camino. La constitución de un eje PS-PPD tiene mucho que ver con esto: debe haber un “centro interno” que logre mediar los conflictos que vendrán. Un centro inclinado, claro está, hacia la izquierda.

Un paradójico cuarto problema es el éxito electoral, a pesar de la abstención, de la “Nueva Mayoría”. En efecto, tiene mayorías parlamentarias para hacer casi todo lo que prometió, por lo que la costumbre demagógica de la Concertación de hacer propuestas para la galucha y culpar a la derecha por no aprobarlas no podrá funcionar esta vez.

En suma, la Nueva Mayoría podría enfrentar un escenario donde el grueso de sus propuestas fueran reformas políticas grandilocuentes y riesgosas para las cuales cuenten con mayorías parlamentarias, pero en que el grueso de los problemas urgentes del país estuviera lejos de esas prioridades. En ese contexto, la necesidad de fijar un rumbo hará crujir por dentro al pacto de gobierno.

Como decían hace cuatro años, otra cosa será con guitarra.