Columna publicada en diario La Segunda, 26.10.13

 

Se le llama renovación política a un cambio en las relaciones de poder internas de un conglomerado, ya sea por el triunfo de una facción interna sobre otra, de una generación sobre otra o de un conjunto de ideas sobre otro.

Si miramos bajo este prisma a la Concertación, veremos que la pérdida del gobierno y las movilizaciones del 2011 desplazaron el poder interno desde los “autocomplacientes” -concentrados en el gobierno- hacia los “autoflagelantes”-concentrados en el Congreso-, lo que explica su izquierdización momentánea. Estos hechos, además, dan impulso político a la “generación perdida”, los nacidos en los 60 y 70 que nunca lograron hacerse respetar entre la generación de sus padres, nacidos en los 30 y 40, que mantuvieron las riendas del poder hasta ahora. Es en este río revuelto que aparece Fuerza Pública, de Andrés Velasco, a intentar -una vez más- que los progresistas de su generación tomen el control, luego del fracasado intento de él mismo con Expansiva en el gobierno anterior de Bachelet y el de Orrego por el flanco DC, que terminó con el alejamiento posterior a la derrota de dos pilares intelectuales y políticos clave de su campaña: Jorge Navarrete y Max Colodro (dejando la pregunta sobre el fin de la DC como proyecto político en el aire).

En la centro-derecha, en tanto, el gobierno de Piñera golpeó con fuerza al “antiguo régimen” Chicago-gremialista, además de chocar con la fronda interna de RN. Estos golpes se asocian a algo llamado “Nueva derecha” vinculada al Presidente, que se supone que tendría un estilo más demócrata, aunque hasta ahora carece de contenido. El conflicto, eso sí, ya está declarado.

En este mismo sector, la “generación perdida” se encuentra, en su mayor parte, privatizada, y el recambio viene por el lado de la gran cantidad de los sub-40 que el Gobierno sumó a la administración del Estado. Ese, justamente, es el grupo al cual el movimiento “Evolución Política” pretende apuntar, lo que depende hoy de que demuestre capacidad orgánica y electoral.

A nivel de la articulación de fuerzas en el ámbito de los centros de estudio, motor clave de los gobiernos y de la formación y difusión de idearios, hay noticias en ambos sectores. En el caso de la derecha, la constatación de que no se puede gobernar renunciando a la batalla de las ideas tuvo consecuencias: a la reorganización de Libertad y Desarrollo, que busca ir más allá de lo técnico, y del Centro de Estudios Públicos, cuya dirección pasará a Harald Beyer, se suma el trabajo de formación de la Fundación para el Progreso y de la Fundación 180 -liberales- y del Instituto Res Pública, la Fundación Jaime Guzmán e Idea País -Conservadores-, además de la consolidación de Horizontal en el ámbito de las políticas públicas y del Instituto de Estudios de la Sociedad en el ámbito de las ideas.

En la Nueva Mayoría, en tanto, lo más llamativo, ya que CIEPLAN sigue igual, es el nacimiento de Espacio Público, una especie de Expansiva-plus, de marcado corte liberal-progresista, que reúne a la élite tecnocrática de mediana edad de la Concertación y que, probablemente, sea la quilla programática real que Bachelet bajará si es que gana y comienza a navegar su gobierno, lo que dejaría fuera de combate a las facciones internas más exaltadas, una vez más.

¿Quién se ha renovado más? No lo sabemos. Hay que esperar que se acomoden las piezas el 2014 y muchas de las tensiones actuales se resuelvan. Pero de que hay movimiento, hay movimiento.