Columna publicada en diario El Mostrador, 27.06.13

Se repite en muchos espacios la idea de que alguna gente de derecha votaría en las primarias por Andrés Velasco para “fortalecer su opción” frente a Bachelet dentro del menjunje que hoy forman la Concertación y el Partido Comunista. Lo dicen algunas personas de izquierda con intención venenosa respecto a Velasco, insinuando con ello que él “no sería de ahí”, pero también algunos cándidos derechistas que se creen estrategas de última hora. Al respecto, hay que precisar un par de cosas.

Hay pocas tesis sobre táctica política que merezcan ser descalificadas per se. Sin embargo, un conjunto de ellas resultan principalmente dudosas: las que se traducen en apoyar electoralmente a algún adversario o simular deshonestamente una posición política. Es decir, las que implican comunicar algo políticamente distinto a lo que se busca lograr.

No me refiero a las exageraciones, distorsiones y ofertones electorales que son comunes en las refriegas políticas democráticas, sino a la simulación de posiciones políticas distintas mediante la distorsión del voto o del discurso. Las primeras se parecen a lo que los romanos llamaban “dolo bueno” en el ámbito de las transacciones: esa especie de astucia sin malicia que buscaba promover algún producto exaltando y exagerando sus virtudes de una manera que todos los involucrados entendían como mera propaganda. Las segundas, en cambio, corresponderían derechamente al “dolo malo”: el engaño malicioso (con la intención de dañar a un tercero).

Las versiones de izquierda de estas tácticas de “dolo malo” son dos: la tesis de la “agudización de las contradicciones”, que aconseja apoyar políticamente la radicalización de las condiciones de explotación para acelerar el advenimiento de la revolución, por un lado, y la tesis del “caballo de Troya”, la llegada democrática al poder para luego instalar desde allí un régimen de izquierda, por otro.

Las versiones de derecha de estas táctica son la del “mal menor”, que involucraría el apoyo de alguien “menos de izquierda” para evitar que gane (o dañar la candidatura de) quien es “más de izquierda” en una cierta elección, y la tesis de “tomar las banderas enemigas”, que implicaría asumir las consignas del adversario y su forma de abordar un determinado problema para tratar de ganar a partir de ellas.

Las cuatro tesis, además de basarse en el engaño y mostrarse históricamente como un fracaso, ignoran por completo la relación entre la representación y las correlaciones de fuerza realmente existentes. Así, piensan que quien simula no quedará obligado por su simulación y que ese “quedar obligado” tendrá consecuencias globales en la configuración de las fuerzas políticas.

En el caso del “voto táctico de derecha por Velasco”, estaríamos hablando de aplicar la tesis del “mal menor” en el contexto de las primarias.

La tesis del “mal menor” supone equivocadamente que las correlaciones de fuerza dentro de un determinado bando político no están relacionadas, a su vez, con las correlaciones de fuerza de ese bando con el bando adversario. Esto suena complicado, pero es fácilmente ilustrable.

Un buen ejemplo de lo errado de esta táctica, que enseña lo ilusa que es, se puede apreciar en el apoyo de la derecha a la candidatura de Eduardo Frei Montalva en 1964 para evitar que Allende se aproximara a la Presidencia. El efecto de tal movimiento fue desplazar el centro político hacia la izquierda, dejando a Frei en su extremo derecho. Luego, la Democracia Cristiana en las elecciones de 1970, para apostar por el centro político, presentó a un candidato con un programa muchísimo más de izquierda que el de Frei, prácticamente igual al de Allende: el de Radomiro Tomic. Rara vez se destaca la importancia para la llegada de Allende al poder que tuvo el cretinismo de la decisión de 1964 que prácticamente disolvía a la derecha política.

En el caso que tratamos, la suposición de fondo en el “voto estratégico de derecha por Velasco” sería que la posición política de Bachelet durante la presidencial no dependería de cuánta fuerza electoral muestre la derecha en las primarias. Lo cual carece por completo de sentido, ya que la gracia de Velasco es representar una opción sólida de “centro” suponiendo que la derecha es también una fuerza competitiva respecto a la izquierda. Así, el objetivo de Velasco debería ser disputar los votos de centroizquierda y a independientes que regularmente no votan, lo que justamente  está haciendo.

El “valor” de Velasco respecto a la candidatura de Bachelet no depende directa ni exclusivamente de cuántos votos saque en la primaria, sino de la posición estratégica de su candidatura respecto a la de la candidata favorita. Por eso, además, puede darse el lujo de competir sin máquinas partidarias.

Bachelet ha debido inclinarse a la izquierda en las primarias para anular a la peligrosa competencia que podía surgir por ese flanco y que hundió a la candidatura de Frei en la disputa con Piñera. Así, ha instrumentalizado al movimiento estudiantil asumiendo sus eslóganes y captando el apoyo de sus dirigentes e intelectuales emblemáticos y ha pactado con el Partido Comunista y con chavistas como Alejandro Navarro, de modo que nadie puede acusar a su candidatura de “no ser lo suficientemente de izquierda”. Esta táctica afectó gravemente a Marco Enríquez-Ominami, que fue desplazado fuera del espacio político que estaba explotando, por lo que ha emprendido una fuerte campaña contra Bachelet, sin mucho éxito hasta ahora.

Luego de las primarias, Bachelet tendrá que tender al centro, pues ese será el espacio político disputado. Y eso significa girar hacia Andrés Velasco y Claudio Orrego. La fuerza de ese giro al centro no dependerá principalmente de cuántos votos saquen esos candidatos en las primarias, sino del poder que muestre la derecha en ese espacio frente a la izquierda, pues es esa correlación la que fija el centro político. Mientras más “a la derecha” quede el centro político, más importante será Velasco respecto a Bachelet, ya que es el candidato más “de centro” de la Concertación.

En otras palabras, si alguien de derecha vota por Andrés Velasco lo único que está haciendo es hacer tender el centro hacia la izquierda. Igual que en 1964, aunque en forma menos dramática.

Lo mismo pasará, en todo caso, si es que no concurre a votar en las primarias y se guarda su voto exclusivamente para las presidenciales, ya que con ello ayudará a afectar las estrategias políticas de cada conglomerado en esa segunda instancia.

Luego, quien se las esté dando de estratega “chasquilla” debería pensarlo dos veces. La política no se inventó ayer y en ella, normalmente, quien miente queda atrapado en su mentira.