Columna publicada en Pulso, 05.01.2018

El presidente electo, Sebastián Piñera, ha insistido una y otra vez en que desea realizar un Gobierno de unidad nacional. Sin duda el propósito es loable. Después de todo, si algo ha quedado claro luego de la segunda vuelta presidencial es que nuestra opinión pública -y para qué decir la internacional- valora el clima de amistad cívica y diálogo republicano que se ha ido instalando en el país.

Pero llevar a la práctica aquel propósito no es tarea fácil. Es sabido que Chile Vamos tiene profundas diferencias con la actual administración, y obviamente el futuro oficialismo destinará parte importante de sus esfuerzos a “enmendar el rumbo”, como también se ha reiterado una y otra vez. Por otro lado, independiente de las palabras de buena crianza de las últimas semanas, es un hecho que la oposición que deberá enfrentar el nuevo mandato de Piñera será muy dura. Basta recordar que las riendas ideológicas y la renovación de la izquierda vienen por el lado del Frente Amplio, lo que alerta respecto de trabas políticas y legislativas que tendrán los sectores de centro y derecha en los años venideros.

En este escenario, ¿cómo hacer para mantener el objetivo de llevar adelante un programa propio y, al mismo tiempo, materializar el anhelo de un Gobierno de unidad nacional? La pregunta no admite una única respuesta, pero cabe suponer que existen ciertos énfasis y estrategias cruciales que ayudarán a consolidar dicho anhelo sin naufragar en el intento.

El primero de ellos consiste en la conformación del gabinete ministerial. Se ha señalado, con razón, que el nuevo equipo de ministros y subsecretarios debe combinar en proporciones armónicas perfiles técnicos y políticos, así como también experiencia y juventud. Una primera lectura puede llevar a pensar que ese equilibrio debería sostenerse en una preponderancia de nuevos elementos.

Desde luego la renovación no pasa sólo por la edad, pero dar tiraje a la chimenea y poner en la primera línea política a personas entre 35 y 45 años permite no sólo oxigenar la actividad política, sino también disminuir los riesgos de una oposición pertinaz, al menos en el primer período del mandato presidencial.

En la medida en que se observe una presencia relevante de nuevos liderazgos se hace más difícil revivir polémicas del pasado, y aún más improbable asociar a estas personas con escándalos y episodios indeseables. Por lo demás, los diversos partidos de Chile Vamos cuentan con nombres de este tenor. Esto no debería ser menospreciado. Una nueva camada de servidores públicos contribuye a llevar adelante una agenda de unidad nacional.

Un segundo factor que puede colaborar para avanzar hacia esa finalidad guarda relación con el tipo de prioridades políticas que subrayará el nuevo Gobierno en los primeros meses. Chile enfrenta problemas de primer orden que no siempre han recibido la atención necesaria, y respecto de los cuales se ha desarrollado una clara conciencia de que deben ser abordados con la urgencia que se requiere.

El ejemplo paradigmático es el drama del Sename y, en general, las dificultades y carencias que afectan a nuestra primera infancia. Pero no es el único tema que tiene el potencial de despertar grandes acuerdos nacionales. Algo análogo debería suceder con otras urgencias sociales, como la situación de las personas que viven en campamentos o ciertos problemas que aquejan a la clase media vulnerable. Enfatizar estos asuntos al inicio del Gobierno también ayudará a dar vida a un Gobierno de unidad. Restarse de ellos será cada vez más complejo, sobre todo si las propuestas respectivas vienen antecedidas de un buen trabajo político prelegislativo que considere a expertos y miembros de la sociedad civil.

Por último, una tercera arista que puede favorecer el proyecto de unidad nacional que propugna Sebastián Piñera remite al plano más simbólico y discursivo: el tono republicano que posibilita un proyecto de esa índole. En concreto, para dar vida a un Gobierno de estas características, el Presidente electo debería, por un lado, evitar gestos o discursos que irriten gratuitamente a sus adversarios; y por otro, buscar aquellos momentos e hitos que tiendan a promover este espíritu.

Las últimas semanas han mostrado un Piñera más maduro y reposado, por lo que todo indica que es probable que esta última dimensión esté cada vez más presente en su discurso y en sus acciones. Si así continúa, no hay motivos para dudar de que efectivamente es viable consolidar un Gobierno de unidad nacional.

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