Columna publicada en revista Qué Pasa, 26.01.2018

Las primeras ideas e impresiones nunca son muy inteligentes. Por eso participar de Twitter es un riesgo. Sin embargo, ellas se van recombinando con las reflexiones e informaciones sucesivas, hasta conformar opiniones más acabadas. Y ese proceso, que se asemeja a pintar un cuadro, puede resultar interesante. Impresionado por la designación del primer gabinete del segundo gobierno de Piñera, quisiera compartir las primeras capas de lo que se me vino a la cabeza.

Lo primero que pensé al ver la lista ministerial fue en columnas de opinión. Decenas de ellas. Recordé “Arándanos en Pucón” de José Ramón Valente e imaginé un Ministerio de Economía regido por esa lógica. Y, por supuesto, la finísima “¿Estamos o no hasta el Piketty?”, de nuestro nuevo ministro de educación, Gonzalo Varela, sólo igualada en su calidad por “La guerra de los sexos” y “A falta de morenas, ¡buenas son las rubias!”.

Lo segundo que pensé fue en Ciudadano Montero (si no lo conoce, googlee “Ciudadano Montero PULSO”). Imitado, pero jamás igualado, su pluma hace palidecer a Varela y a Valente, que son a él lo que Ginsberg y Corso eran a Kerouac. Estaba pintado para ministro del Interior.

Después vino a mi memoria el recuerdo de una amiga riéndose de su hermana chica por haberle dicho que el mundo era muy pequeño, porque cuando iba a Zapallar en el verano estaban todas sus amigas, y cuando subía a Valle Nevado en el invierno, ¡oh, sorpresa!, estaban de nuevo todas sus amigas. Esta visión opera perfecto para el nuevo gabinete. “Voy al directorio, y están todos mis amigos; abro el diario, y están todos mis amigos; voy a Avanza Chile, a la FPP, a la reunión de apoderados, y están todos mis amigos… voy al gabinete… y ¡están todos mis amigos!”.

Luego pensé en una frase de “El Capital”. “La burguesía  había conquistado el poder político. Desde ese momento la lucha de clases, tanto en la práctica como en lo teórico, adquirió formas cada vez más acentuadas y amenazadoras (…) Los espadachines a sueldo sustituyeron a la investigación desinteresada”. Este gabinete, que pone en la primera fila a casi todo el aparato de combate ideológico de los sectores más ortodoxos del empresariado, ¿anuncia tiempos mejores o tiempos revueltos? ¿Se “agudizarán las contradicciones”?

Ya más sereno, decidí tomar mayor perspectiva. ¿Por qué Piñera, razonablemente, habrá elegido un equipo como este? Aparecieron entonces distintos matices y algún atisbo de diseño. Ninguno de los seleccionados es mediocre. Tienen un nivel técnico mucho más alto que el primer equipo de Bachelet, más allá de lo cuestionables que sean sus posturas. Además, debutan personajes muy valiosos, como Gonzalo Blumel, y se repiten el plato los puntos más altos del gabinete anterior.

Todos los ministerios sectoriales fueron entregados a los partidos de Chile Vamos, mientras que el corazón del poder quedó en manos de una especie de guardia pretoriana piñerista. El control directo de la agenda y su ejecución en cada una de estas áreas lo tendrá él, y nadie más. Eso supone un gobierno que entrará con todo. Apostará sus fichas de sucesión por Moreno, al parecer, y dejará probablemente para la segunda parte al resto de los “perfilables”. Además, hay personajes con tanto potencial escandaloso (en distintos niveles) en el gabinete, que la izquierda –fragmentada en cientos de grupos que le dan prioridad a distintas causas– quizás se confundirá, al no saber dónde golpear primero y por qué. Esta incapacidad para priorizar y jerarquizar la crítica, sufrida por los demócratas en Estados Unidos en shock frente a Trump, termina por anular la capacidad orgánica de la oposición. Cuando los comentarios machistas revisten el mismo nivel de gravedad y escándalo que bombardear otro país, la eficacia comunicacional desaparece, reduciendo al emisor a una constante queja en todas las direcciones, que al poco andar se vuelve ruido ambiental irrelevante. Tal anulación política le entrega un amplio margen de maniobra a quien está en el poder. Este potencial se ve redoblado si los personajes polémicos, además, asumen agendas en apariencia contrarias a su perfil, como el caso de Varela con la gratuidad.

Podría haber, entonces, un método en esta aparente locura. Lo que no parece haber, nuevamente, es  un horizonte político claro, más allá del piñerismo. El movimiento hacia el centro de las elecciones no se refleja en las designaciones (¿ayudará esto a la articulación de la oposición?), y Piñera, parece haber decidido imitar a Bachelet en el deseo de hacer un segundo gobierno sólo con los más amigos y sin freno de mano. ¿Resultará? ¿Logrará proyectarse la derecha a partir de este esquema?

Concluyamos, entonces, provisoriamente, que el país debe prepararse para un shock piñerista. Ya veremos cómo reaccionan los movimientos sociales, cómo se organiza la oposición, cómo ejercen sus cargos los ministros, qué tanto los transforma el contacto con la realidad. En poco tiempo presenciaremos cómo trata la fortuna a esta arriesgada apuesta del más grande apostador chileno.

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