Columna publicada en The Clinic, 07.12.2017

El Frente Amplio tiene un problema de medios y fines. Su estrategia general, basada en la idea de Fernando Atria de que “lo primero no tiene por qué ser lo más importante” (capítulo IX de “Derechos sociales y educación”), ha sido la siguiente: la gratuidad universal y la condonación del CAE, aunque no sean una prioridad social, son una prioridad política, pues permiten ganar una punta de playa en la lucha contra el neoliberalismo. Liberan un espacio (la educación universitaria) del mercado. Realizan un “injerto anómalo”. Y desde ahí se puede ir invadiendo otros subsistemas sociales, expulsando al mercado de ellos. Así se construye el socialismo.

El problema es que en la práctica de esta idea, auque no lo quieran, corren el riesgo de entrar en una relación clientelar con sus votantes, degradando la política a un asunto transaccional. De volverse instrumentales a lo que veían como un instrumento, generando una relación con sus electores tan perniciosa como la que se gestó durante la transición entre política y empresas, que correctamente critican. Y, en ese movimiento, renunciar a la idea de que la política debe guiarse por visiones del bien común (ya que en vez de darle prioridad a él, priorizan bienes particulares tácticamente convenientes). Práctica que conduciría, no al socialismo, sino al populismo. Que implicaría la bancarrota de la lógica política democrática. Y que sin duda no nos convertiría, como muestran las experiencias populistas latinoamericanas, en un país nórdico

Así, la versión corrompida del Frente Amplio, aquello en lo que podrían convertirse si no calibran medios y fines, es simplemente un partido clientelista que ofrece servicios y perdonazos a la clase media a cambio de votos para mantenerse en en poder. Es el kirchnerismo.

Por otro lado, esta idea de reemplazar la influencia del subsistema económico en la coordinación social por la del subsistema político (eso es “el socialismo”) sigue siendo poco operativa y autoritaria. El socialismo sigue sin poder calcular. No ofrece mecanismos de coordinación más eficientes y descentralizados que los de mercado. La búsqueda de votos para reemplazar la búsqueda de ganancia parece un remedio peor que la enfermedad. Basta ver el daño que la gratuidad le ha hecho al sistema universitario: desfinanciamiento, sobrematrícula, sobrecarga académica, segregación interna, mayor elitización de las privadas de excelencia. Bad policy, good politics, como dicen los gringos. Y el asambleísmo virtual o presencial no cura el problema, sino que lo agrava. .

En su libro, Atria dice también que para no cometer los mismos errores de la izquierda del siglo XX es necesario entender que el fin se anticipa en los medios. Y creo que en esto tiene razón. Sin embargo, al defender luego medidas injustas e ineficaces sólo por sus rendimientos tácticos para, en teoría, acercarse a un horizonte justo, borra con el codo lo que escribió con la mano. Y lo mismo le puede pasar al Frente Amplio siguiendo su estrategia.

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