Columna publicada en El Líbero, 21.02.2017

Hace unos días se publicó un documento titulado “Manifiesto por la República y el Buen Gobierno”, redactado por un grupo de destacados intelectuales y políticos que pretende aportar a la centroderecha con ideas y visión política. Uno de los puntos más interesantes del documento es la referencia a una “sociedad integradora”: una visión de la sociedad más allá de la simple aglomeración de individuos, que supone una serie de tareas que requieren la colaboración de todos, como ciudadanos activos, responsables y vinculados. Entre esas tareas comunes, la prioridad debe estar en aquellas dirigidas a los miembros más débiles de la sociedad.

Dentro de nuestros grupos más vulnerables, probablemente los más débiles entre los débiles son los niños pobres abandonados por sus familias, víctimas de abusos y violencia, en hogares de acogida. Aunque existen casos notables de instituciones de la sociedad civil dedicadas a su protección, la realidad muestra que es necesario redoblar esos esfuerzos.

La aparición de denuncias sobre el estado del Sename y las condiciones de vida de nuestros niños provocaron, tanto desde el Gobierno como la oposición, peticiones de investigaciones, demandas por más recursos del Estado y la esperanza de que la protección de los niños más desvalidos se tomara la agenda pública. Sin embargo, ello no ha ocurrido. Pero más que culparnos mutuamente en la arena política y exigirle más compromiso al Estado, lo que ha faltado han sido reflexiones de cómo hacernos cargo nosotros, como sociedad, de acudir al resguardo de nuestros miembros más débiles.

La sociedad civil organizada tras una causa posee una fuerza y compromiso imposibles de ignorar. La Teletón es un caso emblemático de cómo podemos hacernos cargo de los más débiles, como son nuestros niños con discapacidad. Sin este compromiso periódico de todos los chilenos por una causa, probablemente esos niños estarían en condiciones bastante parecidas a los niños del Sename. Pensemos en el poder de la sociedad civil organizada a través de la reacción del país entero por los últimos incendios forestales: en pocas horas se creó la campaña “Juntos por Chile”, que recaudó más de mil millones de pesos (de la sociedad civil) para apoyar a los damnificados, canalizada a través de organizaciones (de la sociedad civil) como Desafío Levantemos Chile. Y la maravillosa respuesta de nuestra sociedad no fue solo apoyar a los damnificados: miles de personas cooperaron con materiales y alimentación para nuestros Cuerpos de Bomberos, asociación de voluntarios que nos demuestra, en cada tragedia que azota a nuestro país, cómo la fuerza y unión de la sociedad organizada es capaz de coordinar esfuerzos titánicos, incluso con más recursos que el Estado.

¿Por qué, entonces, no tenemos la misma reacción explosiva y urgente ante el dolor de los niños que nada tienen? ¿Por qué seguir esperando soluciones del Estado, cuando hemos demostrado sobradamente, como sociedad civil, que cuando queremos ayudar, podemos tener incluso más fuerza que un servicio público o Ministerio? ¿Por qué no allanar nosotros el camino a la siempre más lenta reacción institucional? Quizás llegó el momento de dejar de reclamar por redes sociales exigiendo que alguien más se haga cargo de un asunto tan delicado y urgente. De este problema podemos y debemos hacernos cargo nosotros como sociedad.

Cuando nos lo proponemos, somos capaces de organizar y movilizar al país entero para conseguir un objetivo. ¿Qué excusa tenemos para no usar esa fuerza y esa energía para abrazar a nuestros niños desvalidos y devolverles el trato digno que se merecen?

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