Columna publicada en T13.cl, 01.09.2016

Las dinámicas de la opinión pública en Chile, gracias a las redes sociales que, a su vez, alimentan nuestro periodismo, son cada vez más agotadoras. El pensamiento grupal, la voluntad de corrección política, el escándalo permanente y el maniqueísmo de los debates hace que el ejercicio de la crítica ciudadana se convierta en una especie de frenética búsqueda de aprobación, por un lado, y de identificación y linchamiento de chivos expiatorios, por otro. Así, semana por medio los bienpensantes somos convocados por tal o cual escándalo, frente al cual debemos expresar variaciones de la fórmula correcta, y condenar con ira al “otro”, al impuro, al culpable. Todo esto, por supuesto, en nombre de la reflexión y de la crítica. El resultado es que en 10 minutos la mitad del país crea que es especialista en sistemas previsionales, reacciones químicas, aerodinámica, prevención de riesgos, macroeconomía, biología marina, defensa, minería, deportes olímpicos o sistemas financieros. Y también que 9 de cada 10 chilenos crea conocer el esquema conspirativo ultra-secreto detrás de la dominación local y mundial, cuando no universal.

Los niños muertos del Sename captan dos semanas la atención, para luego saltar a los jubilados, para luego saltar al rodeo, para luego saltar a Codelco, para luego saltar a quién sabe qué. Y al final, todos quedamos con un amontonamiento deforme de causas y de opiniones fáciles sobre cada una de ellas, sin mayor perspectiva ni organización (más allá de que la gente de izquierda tiende a creer que el Estado financiado por el litio (¿?) puede hacerse cargo de casi todo, mientras que la de derecha encuentra que el mercado es el camino, la verdad y la vida).

Es justo en este momento de mayor irreflexión (porque el óptimo de la irreflexión es la falsa ilusión de que se reflexiona) en que al Mineduc, para no ser menos en la cruzada del gobierno por hundirse a sí mismo, se le ocurre dictar que la filosofía ya no será un ramo obligatorio en nuestra enseñanza media. Y el asunto se convierte en el escándalo de la semana, dividiéndose la opinión entre el Mineduc y el resto del mundo, que demanda que el ramo se mantenga como obligatorio, dada la importancia de la reflexión crítica.

El argumento central para mantener la filosofía, en general, es muy sólido: cualquier versión de un sistema educacional razonable y valioso debería contar con la filosofía como uno de sus pilares estructurales, ya que la filosofía estimula la reflexión crítica y el pensamiento independiente, y eso es algo bueno. Luego, retirar la filosofía de entre las asignaturas obligatorias de la enseñanza media es renunciar a la posibilidad de que nuestro sistema educacional sea razonable y valioso algún día. Por ello, la filosofía no debería salir.

El problema, claro, es que el asunto parece que va a terminar ahí. Parece que si el Mineduc mañana nos dice que la filosofía se queda, estaremos listos para saltar hacia algún otro tema: misión cumplida. Habiendo salvado la posibilidad de que algún día nuestra educación tenga sentido, nos moveremos a otro asunto, sin llevar la reflexión crítica hasta el final, hasta preguntarnos por qué es que hoy resulta razonable para el Mineduc retirar la obligatoriedad de la filosofía. Es decir, sin observar, desde el punto de vista de la filosofía, nuestro sistema educacional.

Y es que a menos que uno piense que quienes decidieron esta medida son simplemente idiotas, o bien parte de una conspiración malévola para “mantener al pueblo en la ignorancia”, como algunos han dicho, debería ser importante reflexionar al menos un momento respecto a las razones por las cuales dicho organismo ha llegado a considerar la filosofía, tal como se inserta hoy en nuestro sistema educacional, prescindible. Y hay que considerarlo, porque es posibe que la filosofía, tal como se inserta hoy en nuestro sistema educacional, se encuentre devaluada y carezca de sentido. Y tomarse en serio la filosofía implica preguntarnos cómo sería un sistema educacional en la cual cultivarla tuviera sentido, y cómo se insertaría ella en ese sistema.Porque si bien es errado concluir que porque hoy la filosofía se encuentre devaluada es razonable dejar de enseñarla, resulta igual de errado pensar que porque la filosofía puede ser muy valiosa, vale la pena mantenerla insertada en el sistema educacional tal como lo está hoy y seguir enseñándola tal como se está enseñando hoy.

Así, como ya dijimos, la pregunta es si, más allá del justificado escándalo sobre cómo el sistema educacional chileno está observando la filosofía, lograremos llevar la reflexión hacia una observación del sistema educacional desde la perspectiva de la filosofía. Es decir, si lograremos evitar caer en una defensa irreflexiva de la reflexión, y luego saltar hacia cualquier otro tema.

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