Columna publicada en Qué Pasa, 19.02.2016

No son, por supuesto, las más antiguas, ni las más concurridas (en India el proceso es de tal masividad que se extiende por varias semanas), pero sin lugar a dudas, las elecciones en Estados Unidos son las que más entusiasmo generan en el mundo entero. Las razones de esto son múltiples. Por un lado, un cambio en la conducción de la superpotencia del norte puede tener impacto en todo el globo, en materias que van desde la economía hasta los conflictos bélicos. Por otro, las campañas norteamericanas son una valiosa pieza para entender cómo contar una historia y movilizar al electorado, lo que es fundamental para un Chile que se apresta a enfrentar un período eleccionario con irrisorios índices de desconfianza en su clase política. Aprender, por tanto, del proceso iniciado en Iowa hace un par de semanas, es útil no sólo para los partidos y los jefes de campaña, sino para toda la sociedad.

A pesar de los recientes triunfos de Sanders (por los demócratas) y Trump (por los republicanos) en New Hampshire, estamos muy lejos de pensar que la contienda ha terminado. Las elecciones norteamericanas son una mezcla de maratón y carrera con obstáculos, en las que la clave es una sola: resistencia. Candidatos como Cruz, Rubio o Hillary Clinton (la gran “perdedora” hasta este minuto, a pesar de todo el apoyo de todo el establishment de la Casa Blanca, y ser la favorita hasta hace poco tiempo atrás) deben reparar en que sólo se han jugado los minutos iniciales del partido, y en estados con características particulares, que no necesariamente se repiten en el resto del país: en la primaria republicana de 2012, Iowa fue de Santorum, y en South Carolina triunfó el ex Presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, quien se retiró de la competencia poco tiempo después. Y en la última primaria competitiva de los Demócratas, en 2008, Hillary comenzó ganando en 3 de los 5 primeros estados, y la consolidación de Obama sólo se produjo en la segunda mitad del proceso.

Las campañas tienen períodos de altos y bajos, y es muy difícil mantenerse sobre la ola durante todos estos meses, por cansancio, recursos escasos y tedio de los electores. Joseph Napolitan, el prestigioso consultor de campaña fallecido en 2013, nos recuerda que todas las campañas alcanzan un peak, y el desafío es lograr que ese peak esté lo más cerca del día final de las elecciones. Si éste se logra anticipadamente, faltarán nuevos anuncios para seguir conmoviendo a los votantes, o energía para enfrentar los inconvenientes que vayan apareciendo, y puede que ni el candidato ni su equipo puedan volver a levantarse.

Expertos como Napolitan y muchos otros saben que hacer campañas es un arte, no una ciencia, y por tanto no hay fórmulas que se puedan imitar. La clave parece estar, por ende, en mantener la estrategia, y tratar de mirar la imagen completa, entendiendo que los primeros resultados son significativos porque marcan un impulso, pero tienen poco valor predictivo. Es un error pensar que la gente sólo sigue al candidato ganador (el llamado efecto bandwagon); al contrario, los ciudadanos buscan candidatos con los que se puedan identificar. De hecho, vale recordar que, en el reciente caucus republicano en Iowa, CBS preguntó cuál era la característica más importante que se buscaba en un candidato, y la principal respuesta (38%) fue “que comparta mis valores”. A todas luces, una lección fundamental, de la que muchos deberían estar tomando nota en nuestro país, con miras a lo que puede pasar el próximo año.

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