Reseña publicada en El Mercurio, 05.07.2015

Escrito por el periodista inglés y creador del movimiento Voces Católicas, Austen Ivereigh, El gran reformador. Francisco, retrato de un Papa radical es un texto ilustrativo en varios niveles. Entre ellos, quisiera detenerme en tres: el histórico-biográfico, el político-institucional y el teológico-espiritual.

En el nivel histórico, el libro nos relata notablemente, dada la experiencia de primera mano que el autor tiene de Argentina, la historia reciente del vecino país que sirve como marco de la biografía de Jorge Bergoglio. Para los chilenos que hemos sido educados en la idea de nuestra “excepcionalidad continental”, esta dimensión del libro resulta muy instructiva, pues pone en evidencia que nuestra vecindad con la nación trasandina no es solo geográfica, sino histórica y espiritual. En ese sentido, la lectura del libro nos prepara para sentir mucho más nuestro al Papa Francisco.

En cuanto al plano político-institucional, el libro de Ivereigh es realmente una introducción a la dimensión política de la Iglesia, su relación con los poderes terrenos y las encarnizadas disputas doctrinarias e institucionales en su interior. En ese contexto, nos explica por qué lo que está haciendo el Papa actual es una “reforma radical”, en el sentido de remitir a las raíces y no de ser particularmente extrema. Esta reforma tendría por objetivo revigorizar a una Iglesia que, por centralismo, fue perdiendo la potencia de la diversidad. Ello se lograría a través de una reconexión de su centro con sus fuentes vitales, locales, y especialmente con los pobres y los más necesitados, recuperando una agenda política y social y no poniendo todo el énfasis en temas de la cintura hacia abajo. En ese sentido, podríamos hablar de una reforma institucional desde la subsidiariedad.

Del mismo modo, El gran reformador es un retrato del carácter político de Bergoglio, de su capacidad para liderar en contextos de incertidumbre, evitando dejarse arrastrar por las ideologías, y anclando su reflexión, además de en Dios, en el pueblo, en lo sencillo. Por ello, el ejercicio del poder para Bergoglio significa sobre todo servicio, introduciendo un ejercicio del poder que podríamos calificar como “en retirada”, un poder que acompaña, que ayuda, que es para el otro y que no busca acrecentarse a costas del otro.

Finalmente, en el plano teológico-espiritual, que es el que da su sentido último a los demás, el libro nos introduce en una serie de asuntos interesantes, como el rescate de la teología popular.

Respecto de ella, hay que aclarar que no se trata de una teología centrada en la visión de una clase social, sino una que asume como fuente de sentido las formas culturales concretas a partir de las cuales la vida de un colectivo unido en su destino se expresa. Las teologías elitistas, en contraposición, son las que buscan fuentes abstractas, por lo que, a pesar de que pueden alcanzar mayor sofisticación dogmática, están muy expuestas a la ideología.

Lo anterior tiene mucho que ver con la doctrina bergogliana de la misericordia. La misericordia -es decir, casi literalmente, hacer pasar por el corazón la miseria del otro y la propia, entender la fragilidad humana y amar al ser humano en esa fragilidad- es el centro del pensamiento de Francisco. Y esa visión se nutre y encuentra especial potencia en contacto con las formas de vida más frágiles. Ellos están en el centro de la visión bergogliana, porque están en la periferia del mundo. Y este es un Papa que considera que las fuentes de sentido, justamente, están en esa periferia, que hay que ir a buscarlas.

Finalmente, esta visión periférica se replica en la idea de que la fe latinoamericana ha encontrado hoy la madurez, lo que le permite pasar de ser un receptáculo de una espiritualidad venida de otros lados a ser una fuente de la cual las partes más cansadas de la Iglesia Universal pueden hoy beber para recuperar energías.

El gran reformador
AUSTEN IVEREIGH

EDICIONES B, SANTIAGO, 2015, 567 PÁGINAS, $16.900.BIOGRAFÍA

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