Columna publicada en Chile B, 07.05.2015

La estructura del argumento de la columna de Claudio Castro titulada “El fracaso de la Gran Sociedad” me pareció sorprendentemente débil. Ella, y espero que el autor me corrija si me equivoco, era así: “la idea de Gran Sociedad, que propone enfrentar Estado y sociedad civil, fracasó porque algunas de las políticas implementadas por Cameron bajo ese eslógan, según el informe de un think tank, no fueron exitosas e incluso Cameron dejó de usar el concepto”. El interés político de este comentario, en relación al contexto chileno, nace de que el autor cree que la derecha joven parece interesada en la idea de Gran Sociedad, lo que Castro valora en forma condescendiente.

Respecto a su argumento, creo que es importante distinguir la idea de Gran Sociedad del eslógan de la Gran Sociedad y de las políticas públicas asociadas con él por el gobierno de Cameron. La idea de la Gran Sociedad, cuyo principal impulsor es el parlamentario e intelectual Jesse Norman, es una visión política general que en ninguna parte propone oponer sociedad y Estado. Lo que sí propone es no confundirlos, como hace la izquierda. Pero es igualmente duro con la confusión que hace la derecha entre mercado y sociedad. En otras palabras, lo que Norman desarrolla, aunque no usa este concepto, es una reflexión en torno al principio de subsidiariedad en la construcción de la institucionalidad política. En vez de recortes de prensa, llamaría a Castro a leer el libro, más todavía si pretende concluir que la supuesta falla de las políticas públicas asociadas al eslógan de la Gran Sociedad tiene que ver con el contenido de la idea desarrollada por Norman.

Ahora bien, respecto a las políticas públicas desarrolladas al alero del eslógan de la Gran Sociedad (que en ningún caso agotan la visión política de la Gran Sociedad), es evidente que algunas de ellas no tuvieron éxito, algunas resultaron mediocres y, finalmente, algunas mostraron resultados positivos. Especialmente interesantes, por ejemplo, resultan los bonos de impacto social. Todo ello es un insumo interesante para los que queremos tratar de aterrizar esta visión política. Obviamente, también, la evaluación de estas políticas y sus resultados, especialmente en una campaña electoral tan dura como la que enfrentan los dos principales partidos ingleses en estos momentos, está teñida de interés político, lo que incluye a la única fuente que Castro usa para elaborar su argumento. Para constatarlo basta googlear un rato. En su favor, eso sí, hay que señalar que muchos de los promotores de la Gran Sociedad, han criticado desde hace tiempo a Cameron por no haberse comprometido más a fondo con esta visión, aunque aquello de que “no ha vuelto a usar el concepto” es totalmente falso. También se puede afirmar que, más allá de estas consideraciones y disputas, el asunto de la sociedad civil se politizó y se volvió uno de los temas centrales en debate en la actual contienda.

Respecto a la reacción de la izquierda inglesa sobre la Gran Sociedad, hay que decir que tiene mucho de la ambigüedad del propio Castro en su columna: la idea de que la derecha reivindicara una agenda social los puso muy nerviosos, por lo que combinaron el ataque furibundo al concepto (“es sólo una excusa para recortes al gasto social”, etc.) con el alegato de que los conservadores no lo podían reivindicar para ellos (“la Gran Sociedad es un concepto tradicional, compartido por muchas sensibilidades políticas”, etc.). Por eso, dar por muerta y enterrada esta visión política hoy en día les entrega cierta tranquilidad. En el fondo, les gusta que la agenda social sea de la izquierda y se asocie al estatismo y que la derecha siga hablando sobre economía y eficiencia.

En el caso chileno, la reacción fue parecida, aunque, hasta ahora, más generosa. El libro fue destacado en sus presentaciones tanto por Max Colodro como por Jorge Fábrega como un aporte importante al debate público nacional y ambos defendieron la idea de que su visión no podía simplemente ser encasillada como “de derecha”, por lo que merecía la atención de otros sectores políticos. En su momento, de hecho, yo escribí una columna para El Mostrador titulada “La Gran Sociedad y su desafío a la Democracia Cristiana”, donde dije que el argumento del libro tensionaba los límites entre la derecha y la DC, lo que incomodaba a los sectores más reactivos de ambos grupos. Esto se hacía evidente porque había mucho comentario negativo respecto a Norman y su aporte al debate nacional desde la derecha más dura y economicista, que sin haberlo leído ni meditado ya lo consideraba “blando” y “socialista”. Lo que no había hasta ahora era una crítica reactiva desde la propia DC que buscara descartarlo por secretaría, que es la forma más pobre de resolver una tensión.

Respuesta de Pablo Ortúzar a réplica aquí