Columna publicada en El Mostrador, 11.10.13

 

Hace pocas semanas se hicieron públicos los resultados del segundo Estudio de Competencias Básicas de la Población Adulta  realizado por el Centro Microdatos de la Facultad de Economíay Negocios de la Universidad de Chile. Esta investigación nos mostró un país con un 44% de analfabetismo funcional en la comprensión de textos, un 42% en documentos y un 51% en el área cuantitativa. Junto a ello, reveló que entre un 80 y un 84 % de los chilenos no comprende bien lo que lee, un 65 % de los profesionales chilenos sólo entiende textos simples y un 27 % de ellos no llega a un nivel básico de comprensión lectora (es decir, son analfabetos funcionales). Finalmente, el estudio estableció que no ha habido avances significativos en estos aspectos en los últimos 15 años.

En medio de la agenda mediática del 11 y la agenda festiva del 18, esta potente luz roja respecto a nuestro desarrollo como país pasó medianamente desapercibida por los medios de comunicación y por muchos líderes de opinión. Algunas excepciones a ello fueron el economista Óscar Landerretche, la decana de Educación de la Universidad de los Andes, Pelusa Orellana, y el escritor Mauricio Electorat. A ellos se sumó, recientemente, la antropóloga y flamante Premio Nacional de Humanidades, Sonia Montecino.

En lo que todos concuerdan es que Chile no puede pensar en llamarse desarrollado si no enfrentamos con convicción y sin mezquindades el enorme problema de habilitación cognitiva que nuestro país tiene. Y también en el hecho de que las discapacidades cognitivas tienen efectos graves en múltiples aspectos de la vida de las personas y se relacionan con muchos de los abusos y frustraciones diarias.

Para una persona que no comprende bien textos sencillos y no maneja bien aritmética básica, la complejidad del mundo se vuelve especialmente amenazante y el acceso a bienes culturales de calidad algo difícil. Si a esto se suma que la mayor parte de las personas que viven en esta condición son socioeconómicamente vulnerables, el cuadro que se dibuja nos impulsa a darnos cuenta de que estamos frente a un problema nacional profundo y urgente.

En efecto, las sociedades modernas se constituyen sobre la base de derechos, deberes y libertades individuales que suponen cierta habilitación cognitiva de las partes involucradas en la formación de los consentimientos que dan forma a nuestra vida civil. Asimismo, el desarrollo económico de los países implica un ambiente de creación, emprendimiento y movilidad social que está asociado al manejo común de ciertos mínimos habilitantes o ”capacidades”, tal como señalan en sus últimos libros publicados en español Amartya Sen (”La idea de la justicia”) y Martha Nussbaum (”Crear capacidades”). Finalmente, y quizás lo más importante, la salud mental, el esparcimiento y la calidad de vida de las personas están fuertemente vinculados con la capacidad de abstracción, comprensión e imaginación: no se puede disfrutar la herencia cultural de la humanidad sin poder entenderla. Luego, nuestra situación actual es un problema para la calidad de nuestra democracia, de nuestro mercado, de nuestra cultura, de nuestra ciudadanía y de nuestra calidad de vida. Es así de grave.

Ahora bien, siendo grave en diversos niveles y dimensiones, estamos ante un problema para el cual no hay una solución tipo ”bala de plata”. Se requieren múltiples medidas y el esfuerzo colaborativo tanto de los agentes económicos, sociales y políticos como de las familias para superar nuestra situación.
De entre todos esos esfuerzos, hay uno que destaca especialmente: poner atención a los niños, pues es en los primeros años de vida cuando se generan brechas cognitivas que luego se hacen cada vez más difícil remontar.

Hasta ahora, quienes con mayor fuerza han dado la voz de alerta respecto a lo decisiva que es la infancia y la poca importancia que hoy le prestamos, ha sido el equipo del think tankHorizontal, el cual  publicó en agosto de este año su diagnóstico y propuesta respecto al desarrollo infantil y la educación preescolar en Chile, que merece una lectura atenta, así como las columnas anteriores al respecto, escritas por  Andrés Hernando y Hernán Larraín Matte (ambos parte de los equipos programáticos de Evelyn Matthei),  que resaltan el efecto de la primera infancia en el desarrollo posterior de las personas y la importancia de poner el foco de nuestras políticas públicas en ella.

A nivel internacional, ha sido el economista y premio Nobel James Heckman el principal impulsor de la opción preferencial por los niños en el gasto educacional y cultural, quien es absolutamente claro al señalar la conclusión de años de investigaciones: ”Si la sociedad es capaz de intervenir en una edad temprana, puede mejorar la capacidad cognitiva y socioemocional, así como la salud de los niños desfavorecidos. La intervención temprana fomenta la escolaridad, reduce la delincuencia, promueve la productividad de la fuerza laboral y disminuye el número de embarazos entre las adolescentes. Se considera que esas medidas presentan una relación costo/eficiencia muy beneficiosa y constituyen una inversión altamente productiva. La atención a la primera infancia es aun más importante en los periodos críticos y delicados del desarrollo de diversas capacidades”.

En nuestra comisión programática se discutió intensamente respecto a cómo se podía enfrentar, en el ámbito de la cultura, el desafío de la habilitación cognitiva a nivel infantil. El diagnóstico general al respecto es que en este desafío son claves la colaboración de los padres, la promoción pública de la lectura como algo indispensable y bueno en sí mismo, el desarrollo de bibliotecas infantiles de calidad y, muy especialmente, la adecuada mediación en el camino hacia la lectura. Este diagnóstico, a su vez, llevó a una serie de propuestas, que explicaré aquí brevemente: la Canasta de Nutrición Cultural, el programa de Bibliotecas Infantiles, las campañas masivas de promoción de la lectura y la renovación de la carrera de bibliotecología y del rol del bibliotecario en nuestras comunidades. Estas políticas, hay que aclararlo, se enmarcan en nuestra propuesta general de Política Nacional del Libro y la Lectura, por lo que se entrelazan con una serie de otras medidas. Asimismo, es bueno que quede claro que estas propuestas se suponen complementarias a un serio y decidido impulso hacia la fijación de la educación preescolar como primera prioridad en el ámbito de la educación, lo que corresponde al programa de la respectiva comisión.

1. La Canasta de Nutrición Cultural es una política orientada a proveer a las madres y padres de menores recursos de los instrumentos y las facilidades para  el correcto estímulo cognitivo de sus hijos. Ella consiste en la entrega de diferentes conjuntos de libros y productos audiovisuales en etapas distintas del desarrollo infantil y de las indicaciones adecuadas respecto a su uso. Se buscará vincular este programa a los beneficios del ingreso ético familiar y usar los consultorios como lugar de entrega de estas canastas, junto a la leche en polvo, capacitándose al personal de estas unidades para operar como mediadores culturales respecto a los padres, entendiendo y respetando siempre que son ellos los primeros educadores de sus hijos. El principio de fondo de esta política es que la nutrición cultural es tan importante como la nutrición física, y que ambas merecen la misma preocupación. Este programa se inspira fuertemente en el programa escocés Bookbug, que ha mostrado muy buenos resultados y que cuenta con su equivalente a la Canasta de Nutrición Cultural en los Bookbug Packs, y la idea es realizar una implementación piloto del mismo antes de lanzarlo a nivel nacional, de modo de entregar un producto de probada calidad cuyos contenidos sean aceptables para familias de todo credo, cultura o posición política. Esta política, junto a las bibliotecas infantiles, implica un notable estímulo a la industria del libro infantil en nuestro país y a los creadores de literatura infantil.

Esta idea generó gran debate y crítica debido a su similitud superficial con la fracasada política cultural de la Concertación, conocida como Maletín Literario, que consistía en entregar a familias de escasos recursos un maletín con libros y que terminó beneficiando exclusivamente a las editoriales y a los dueños de los derechos de autor de las obras contenidas en dicho maletín. Sin embargo, cualquiera que ponga atención a las diferencias entre ambas políticas, notará que los temores que engendran esas críticas son injustificados: la Canasta de Nutrición Cultural es una política focalizada en los niños y niñas, apoyada en un programa que asegure la mediación cultural en su promoción y ejecutado a partir de un plan piloto. Además, los estándares usados para la selección de los textos infantiles serán absolutamente profesionales e imparciales, sujetándose a criterios internacionales de evaluación de calidad de textos infantiles y alejándose de toda manipulación de los contenidos. Es decir, esta política es todo lo contrario a aquella de la Concertación, que fue desenfocada, sin mediación alguna, sin planes piloto y objeto del lobby de los grupos de interés.

2. Programa de Bibliotecas Infantiles: se impulsará la creación de una red de bibliotecas infantiles a lo largo del país, tomando los exitosos ejemplos de Biblioniños, de Puente Alto, El bosque de los cuentos, de Osorno, y la Sala Infantil, de la Biblioteca de Santiago, además de las notables experiencias surgidas en el mundo a partir del trabajo de la bibliotecaria francesa Geneviéve Patte . En términos prácticos, significa destinar fondos a la promoción de estas iniciativas, así como a la habilitación de bibliotecas infantiles o de salas infantiles en las bibliotecas ya existentes en la mayor cantidad posible de comunas del país. Esta política se asocia y complementa con el impulso decidido que nuestro programa propone para las bibliotecas públicas del país.

La idea de las bibliotecas infantiles es proveer un espacio de encuentro entre el libro y los niños y sus familias. Para eso, la mediación de los bibliotecarios es esencial y es por esa razón que una de nuestras propuestas es renovar la carrera de bibliotecología en Chile, mostrando su relevancia y premiando la excelencia en sus estudiantes y profesionales.

3. Campañas masivas de promoción de la lectura: Es necesario convertir la lectura en un tema de preocupación social y familiar. Para ello, las campañas mediáticas que incentiven la lectura de un cuento al día a los niños, por un lado, y que promuevan el valor de la lectura en general y para todas las edades, son muy importantes. Así, consideramos necesario que estas campañas sean permanentes a lo largo del año, por todos los años que sean necesarias. El estado no debe dejar de destinar recursos a promover la importancia de la lectura y a resaltarla públicamente como un valor.

4. Renovación de la bibliotecología: La bibliotecología ha sido rara vez considerada como una disciplina vinculada con la educación y la cultura. Nosotros queremos revertir esta situación: es necesario que los bibliotecarios y bibliotecarias de Chile funcionen como verdaderos mediadores culturales y promotores del libro en la comunidad en donde trabajan. Para ello, debe promoverse la renovación de la enseñanza de esta carrera, generarse un programa de incentivos a los bibliotecarios de excelencia y estimularse, mediante un programa similar al de ”Vocación de Profesor”, el estudio de la bibliotecología por estudiantes de buen rendimiento académico.

En el caso de las bibliotecas infantiles, resulta especialmente importante contar con bibliotecarios que sean mediadores de excelencia y que puedan guiar y estimular la lectura en los niños que visiten las bibliotecas. Así, debe estudiarse especialmente cómo generar cierto grado de especialización en este sentido en quienes quieran dedicarse a ello.

A estas propuestas, que en conjunto resultan un impulso importante y sin precedentes desde el mundo de la cultura para hacer de Chile un país lector, se suma la necesidad de tomarnos en serio el problema de la calidad de nuestra televisión, que los niños chilenos ven entre 3 y 5 horas al día. Este asunto, por su importancia, será discutido in extenso en una siguiente columna.