Columna publicada en Chile B, 23.10.13

El año 2014 se celebra el vigésimo aniversario del Año Internacional de la Familia. El objetivo –según explicó en reciente visita a nuestro país Renata Kaczmarska, coordinadora del programa de familia de las Naciones Unidas– es que los Estados, organizaciones internacionales, ONGs y la sociedad civil en general tomen conciencia de la necesidad de unificar esfuerzos por fortalecer la familia, principal fundamento del tejido social.

Para esta conmemoración la ONU ha recalcado tres ejes primordiales en torno a los cuales priorizar los esfuerzos a nivel mundial: 1) La lucha contra la pobreza de las familias y la exclusión social; 2) Conciliación laboral y familiar y 3) La promoción de la integración social y la solidaridad intergeneracional en el seno de las familias y las comunidades.

Sobre el primer punto es indispensable reconocer el papel de la familia en la producción de bienestar económico y psicosocial. Un factor relevante en la desigualdad en Chile, guarda relación con la inestabilidad de las estructuras familiares. La vulnerabilidad familiar está fuertemente asociada a la monoparentalidad, la jefatura femenina, y las familias numerosas, tal como señala el estudio del Centro de Políticas Públicas de la UC del 2011: “Familia, pobreza y bienestar en Chile”. Las familias biparentales, por el contrario, constituyen un factor de protección contra la pobreza. Especialmente en aquellas familias donde ambos trabajan; de ahí la necesidad de impulsar el trabajo femenino. Asimismo, la presencia de ambos padres dentro del hogar tiene una fuerte incidencia en el rendimiento educativo de los hijos y la prevención de conductas de riesgo, claves para superar las barreras de la desigualdad. Por lo mismo, fomentar la estabilidad en las parejas debe ser un objetivo prioritario de nuestras políticas públicas. Ello exige una mirada multidisciplinaria que permita hacer realmente posible la vida familiar.

No podemos olvidar que la familia es el primer y mejor centro de educación: allí se transmiten los valores, allí se producen los primeros estímulos de aprendizaje y allí se forja la personalidad del hijo. En definitiva, lo que ocurre en los primeros años de vida de un niño resulta decisivo para su desarrollo posterior. La presencia de los padres en el hogar es entonces indispensable. De ahí la necesidad de promover la conciliación del trabajo con la vida familiar, a través de jornadas laborales razonables, disminuir tiempos de traslado entre el trabajo y la casa, horarios flexibles, trabajos de jornada parcial, entre otras muchas medidas. Esto es particularmente relevante en el caso de las mujeres, para quienes esta dificultad es más acuciante. En este sentido, también es necesario avanzar hacia la corresponsabilidad entre hombres y mujeres, que permita una repartición más equitativa de los deberes y la ayuda mutua entre los padres, para sacar adelante las tareas del hogar y la responsabilidades laborales.

Por último, cabe destacar la solidaridad intergeneracional. Se trata de un asunto que abarca muchos aspectos; entre ellos la protección a los miembros más débiles de la familia: los niños y los adultos mayores, que hoy sufren un grave descuido. Sin embargo, hay aquí una cuestión muy relevante que merece atención especial: el llamado “invierno demográfico”. Las bajas tasas de natalidad –por debajo del nivel de reposición– y el correspondiente envejecimiento de la población, cuando la esperanza de vida es cada vez mayor, suponen un desafío urgente. Por de pronto, el desequilibrio económico que este fenómeno genera será, en un futuro no muy lejano, muy difícil de sostener, como ya se vislumbra en algunos países europeos. Es preciso revertir esta situación a través de medidas que fomenten la fertilidad: una estructura de trabajo femenino acorde a la maternidad, como ya señalamos; incentivos y subsidios para las familias numerosas en materia de vivienda, salud, educación, entre otras. El posnatal de 6 meses, el derecho de sala cuna obligatoria, y la mayor cobertura en la educación preescolar y primaria son medidas muy bien orientadas, pero que siguen siendo insuficientes para la magnitud del desafío.

En definitiva, la tarea que nos propone la ONU para este nuevo aniversario consiste en dirigir nuestros esfuerzos para hacer de la familia un núcleo sólido y estable para un desarrollo sustentable a través de buenas políticas familiares. Y, de hecho, es iluso suponer que podremos construir algún tipo de futuro mejor sin pasar por las familias y su bienestar.