Columna publicada en diario La Segunda, 1.07.13

 

Fuente: Emol

Más de tres millones de personas asistieron a votar en las primarias. Eso legitima esta instancia electoral, a la institucionalidad y a los dos principales conglomerados políticos del país. Además, y por lo mismo, echa por tierra las pretensiones antisistémicas de la izquierda asambleísta, de lo poco que queda del movimiento “estudiantil” y de Marcel Claude, que estaban esperando —igual que ME-O y Parisi— sacar cuentas alegres por una posible baja participación. Ni hablar de “Revolución Democrática” o del movimiento “Autónomo”, que quedan como golondrinas sin verano.

Ahora bien, en términos globales, hay dos grandes perdedores en las primarias: la centro-derecha y la Democracia Cristiana. La Alianza recogió alrededor de 800.000 votos y la Concertación alrededor de 2.200.000; es decir, casi el triple. Eso muestra que la competencia poco programática, y que marcó poquísimas diferencias entre los candidatos, fue inútil. La Democracia Cristiana, en tanto, obtuvo 190.000 votos y fue superada en más de 80.000 por Andrés Velasco. Es decir, un partido de más de 50 años, sin mucho programa, fue abatido por un candidato con programa pero sin partido, el cual ganó la carrera por el centro político en la Concertación.

El resultado interno de la Alianza consolida el liderazgo de Longueira, que tendrá que salir a disputar votos de centro a Bachelet, lo que se le puede facilitar un poco más con los socialcristianos y bastante menos con los liberales que votaron por Velasco. Allamand parecía tener una mayor capacidad de giro hacia el centro, pero los electores no opinaron lo mismo. Evolución Política, por su parte, sufrió un duro revés perdiendo al candidato presidencial afín.

El resultado interno de la Concertación muestra un “fenómeno Bachelet” que arrasa con todos los demás candidatos en esta primaria (sacó, ella sola, la mitad de los votos totales) y nos deja claro que se mueve con ligereza asumiendo los eslóganes del movimiento estudiantil al mismo tiempo que acerca de nuevo al poder a Andrade, Girardi, Bitar, Lagos Weber, Escalona, Vidal, Viera-Gallo, Belisario Velasco y el largo etcétera de personajes que conocimos por veinte años.

La Concertación, luego de estar casi desaparecida durante los dos primeros años de gobierno de Piñera, renació desde las cenizas instrumentalizando al movimiento estudiantil y descalificando el desempeño del gobierno a como diera lugar, y logró así, claramente, aceitar una máquina de poder que echó a andar con la misma sangre fría de siempre y que fue coronada con el retorno de Bachelet, logrando quedar como principales favoritos para noviembre.

Una pregunta aparte de la “realpolitik” es si esta primaria no marca el comienzo de una bipolaridad nueva en la política chilena, parecida a la norteamericana, que pondría ser el eje del liberalismo económico y los “valores tradicionales” en un lado de la balanza y alguna forma de keynesianismo y el progresismo moral por otro, situación que no agradaría ni a la derecha ni a la izquierda que imaginan la situación actual con anteojos de la Guerra Fría.

La carrera presidencial, en todo caso, parece que tendrá como centro la disputa entre una renovación del consenso ochentero en torno al crecimiento y la superación de la pobreza, representado por Longueira, y la búsqueda de un nuevo consenso en torno a la protección de las clases medias, aún sacrificando crecimiento y empleo, representado por Bachelet. Ya veremos qué resulta de ello. Ninguna elección es carrera corrida.